El (casi) Nuevo Viejo Centro de la Ciudad.

El Cusco es una profunda contradicción. Por un lado está siendo objeto de  una inversión importante en infraestructura,

debido a la cual el  Centro Histórico  se ha convertido en “centro de servicios turísticos” para a un nicho de mercado de alto nivel económico.

Esto sucede  desde  las últimas décadas del siglo pasado, pero en  los diez  últimos años importantes proyectos   han cambiado la faz y la función de muchos inmuebles cusqueños.

Proyectos que, sin duda,  han recuperado el paisaje urbano, ya sea por haber respetado su tipología arquitectónica o por haber generado una nueva dinámica urbana.  Un ejemplo emblemático es la Plazoleta Nazarenas que, en la época de Velasco Alvarado, fue convertida  en un parque de cemento con unas jardineras que parecían cráteres lunares. Lo más espantoso que uno haya podido imaginar (las que, en la época, estudiábamos en el colegio María Auxiliadora, podemos dar fe de ello).

 

Hoy, en dicha Plazoleta encontramos una serie de casonas que antes estaban cerradas bajo siete llaves. Comencemos por la “Casona”, que a decir de los empresarios de INKATERRA, “es quizás la primera edificación española construida sobre un complejo Inca en la época de la colonia”. Sigamos con la casona refaccionada por el creativo empresario cusqueño Andrés Zúñiga,  donde funciona el exitoso Fallen Angel; con la Casa Cabrera (ex colegio María Auxiliadora),  recuperada en la década del 80 del siglo pasado por el Banco Continental y que ahora es un espacio para la cultura y el arte, entre otros fines. Continuamos con el Antiguo Seminario de San Antonio Abad, hoy denominado El Monasterio, y hace un  par de años  se inauguró “El palacio de las Nazarenas” en lo que fue el Beaterio de las Nazarenas (ex local del Plan COPESCO, al que tanto deben  las empresas de turismo), cuya restauración estuvo, igual que la Casa Cabrera, bajo la asesoría del Arquitecto Roberto Samanez.

 

Ambos locales han sido entregados por instituciones de la iglesia católica (la mayor propietaria de inmuebles para el turismo del Cusco) bajo la modalidad de concesión a la empresa Orient Express por treinta años.  Cerrando el cuadrilátero de esta plazoleta, hay  establecimientos dedicados al expendio de “souvenirs”,  cuya presentación ha mejorado sustancialmente en apariencia, aun cuando lo que se expende en ellos no brille por su originalidad ni elegancia.

 

Las calles aledañas también han cobrado nuevos bríos.  Las   casonas ubicadas en la calle Palacio, en su mayoría dedicadas a los textiles, algunas con importante inversión en la infraestructura, y con calidad en su oferta, y otras con inversiones que solo sirven para disimular la precariedad, lo que paradójicamente se hace más evidente. 

 

¿Quién no recuerda la calle Siete culebras y su repulsivo ambiente? ¿No era prácticamente un orinal?  Ahora cusqueños y turistas podemos caminar con tranquilidad y orgullo por ese estrecho pasadizo entre la Plazoleta y la calle Choquechaca, cuya transformación también será motivo de otro comentario. Pero  sigamos en las calles aledañas a la Plazoleta Nazarenas.

 

¿Oyeron hablar de la Casona Cartagena? Quizás no. Pero seguramente  sí  recuerdan, y hasta extrañan,  la Picantería la Chola, que estaba ubicada en la casona Cartagena,  ahora recuperada,  y al parecer los empresarios no han desistido de esa tradición culinaria y el restaurante se llama hoy la “La Bodega de la Chola” ¿Será bueno el resultado? Ese es otro cantar; esto en la calle Pumacurco, que además, a lo largo de su empinada cuesta de veredas angostas, guarda un sin número de casonas, donde uno puede  encontrar desde pubs, hasta hospedajes familiares y pequeños restaurantes.

 

La calle que más deja que desear, es Córdova del Tucumán, donde están ubicadas importantes casonas que no han sido aún recuperadas, y una de ellas está en tal estado de deterioro que es un peligro para los viandantes y una mala imagen para los visitantes. ¿Problemas de propiedad? ¿Herencias no resueltas? ¿Dificultades de financiamiento? ¿Problemas con el Ministerio de Cultura y la Municipalidad debido a las rígidas normativas? Cabe un abanico de posibilidades. También podemos mencionar otros casos cuya inversión ha permitido la recuperación de espacios, que antes estaban en condiciones deplorables de habitación y ornato, como es el controvertido caso del Hotel Marriott, ubicado en la esquina de San Agustín y  la calle Ruinas.

 

A pesar de las discutibles decisiones adoptadas mayormente en Lima y con la venia de autoridades de los diversos gobiernos (fujimoristas, toledistas, apristas y humalistas), los empresarios del turismo, locales pero sobre todo foráneos, han logrado recuperar, y hacerse de, inmuebles muy valiosos desde un punto de vista histórico y arquitectónico. Pero, para quienes adoptan  posturas más radicales, el Centro Histórico se  ha convertido en un gran “mall”  destinado al turismo.

 

Sin embargo, también se puede decir que, congruente con un eclecticismo ya histórico, el Centro del Cusco se adecúa una vez más a las necesidades de elites económicas, pero que gracias a su pétrea base, a su recia raíz arquitectónica, las metaboliza bien, pues, como diría Paulo de Acevedo, “el Cusco es una ciudad que suma estilos” y poderíos, y hace con ellos el preciso hábitat para las diversas elites al comando, que en esta ocasión son las empresas turísticas. Pero estas elites no han logrado aglutinarse políticamente y convertirse en la fuerza social capaz de convocar y movilizar  a la sociedad Cusqueña, organizarla   y representar sus  verdaderos intereses colectivos.

 

Comenzamos este editorial, afirmando que el Cusco es una ciudad de contrastes.  Así, por contraste con lo anteriormente señalado, ¿podemos decir lo mismo de otros barrios tradicionales? ¿Santiago? ¿San Pedro?  Las calles Hospital,  Almudena,  y todas las aledañas aún viven en letargo  o  eterna agonía, pues  propietarios, autoridades o empresas cusqueñas o foráneas aún no asumen que son también parte del patrimonio histórico que se debe conservar. Y lo son.

 

¿Y qué podemos decir del Cusco que se construye, del Cusco de hoy?   Salir del centro histórico es ingresar a otro mundo. Un mundo vital y lleno de movimiento, pero caótico y desvergonzadamente transgresor de todas las normas y reglas de construcción, ornato,  y civismo.  Edificaciones inacabadas (al parecer por no pagar al municipio el impuesto propio de una construcción terminada) a cargo de malos empresarios, o de empresarios informales de la construcción que impiden un buen desarrollo de esta actividad en la zona más pujante del Cusco actual.

 

Esta comienza desde la Av. De la Cultura y  continúa ad infinitum, pues la campiña cusqueña se está convirtiendo en una suerte de selva urbana sin orden ni concierto, bajo la mirada indiferente del Ministerio de Agricultura, que poco o nada puede   hacer  para que el suelo rural sea más valioso que el suelo urbano. Y esto sucede también en el Valle sagrado, donde  poblaciones como Pisac, Chinchero, Ollantaytambo, etc., etc., están perdiendo su paisaje rural, para ganar un deprimente paisaje de ladrillo y cemento.

 

Dicho paisaje en vías de extinción, queridos lectores, también forma parte de nuestras expresiones culturales.  ¿No podrían  las cámaras de Comercio y Turismo, El Municipio, la Dirección Regional de Turismo, la Dirección del Ministerio de Cultura, convocar a un concurso a nivel internacional entre urbanistas, arquitectos y artistas para  presentar  proyectos viables  a fin preservar este patrimonio  que se está perdiendo? Pero hasta el momento no vemos iniciativas creativas. 

 

Si  al inicio de este editorial decía que el Cusco era una ciudad de contrastes y que la emblemática Plazoleta de Nazarenas era un buen ejemplo de recuperación, también lo decía para insistir en que estas empresas no deberían únicamente interesarse en la cultura para medrar de ella, sino, especialmente para ayudar a preservar la que ya existe y para generar más cultura, a través de su mecenazgo y otras vías. Proteger el paisaje urbano que dio un grato perfil al Cusco por décadas y aún centurias, por oposición a la nueva urbe cuyo desorden y destructividad semeja el del lejano oeste; y proteger el paisaje rural, es vital para todos:  ciudadanos cusqueños  y empresas

 

La cultura es nuestro principal  motor de desarrollo, pues de ella se sirve el turismo para su existencia. Otro punto central además de la protección de nuestros monumentos y nuestro característico paisaje urbano  y rural, es la cultura viva ¿No sería una buena inversión para los empresarios adquirir obras de arte de artistas cusqueños, o acaso fomentar concursos de mérito? ¿No sería un punto a favor para la cámara de Turismo o la Cámara de Comercio apostar y promover la ley de Mecenazgo a nivel regional o nacional que tanto anhelan los  artistas y gestores culturales?   ¿No creen que los cusqueños los verían con más simpatía y mejor disposición?  Por eso, sin dudar, debemos felicitar  a las  empresas que están apoyando  a la cultura viva del Cusco, por lo que saludamos  y damos la bienvenida a, por ejemplo, Electro Sur Este, que recientemente hizo  posible la  realización  de la exitosa exposición fotográfica “Paskanas”, con la obra de Guillermo Guevara Yábar, al igual que la Municipalidad del Cusco, ofreciendo el magnífico local de  la Capilla de San Bernardo.  Y por supuesto   a la cadena  Cuscorestaurants, Gatur CuscoFallen Angel, Mama Africa;  al Convento de Santo Domingo,  a la Capilla San Antonio que está administrada por la empresa Orient Express, y esperamos que sus contribuciones en este campo se incrementen y  que más empresas cusqueñas, en especial las del renglón turístico, se sumen al  soporte y salvaguarda de la cultura, y no solo a su usufructo.

 

 

 

 

 

                                                                                   

 

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