¿Quién le planta la cara al SUTEP?

Hoy, nuevamente, la educación está en la “agenda del gobierno”. Como todos sabemos, no es la primera vez, y no será última. El problema es que, gobierno tras gobierno, el Perú no invierte donde debe invertir: en la educación de su niñez.

Todos los días, y a toda hora, me encuentro con jóvenes que están en plena actividad económica, pero se desarrollan en actividades que no tienen nada que ver con su intelecto, y sus capacidades han sido determinadas por un sistema educativo que no entiende que somos una país pluricultural, aún ahora que tenemos un Ministerio de Desarrollo e Inclusión social cuya misión es: “garantizar que las políticas y programas sociales de los diferentes sectores y niveles de gobierno actúen de manera coordinada y articulada para cerrar las brechas de acceso a servicios públicos universales de calidad y de acceso a las oportunidades que abre el crecimiento económico”. Además, ahora tenemos  un Ministerio de Cultura que se propone, entre sus funciones y atribuciones, velar por la: “Pluralidad étnica y cultural de la nación”. Pero no lo hace.

Lo que impide, por ejemplo, el pleno -es decir, que alcance a todas sus zonas y capas- desarrollo del Cusco. Nuestra región ha apostado por la globalización educativa, estimulando principalmente la enseñanza del idioma inglés, en particular por la incidencia del turismo. Pero así ha olvidado su pluriculturalidad básica (amazónica, quechua, aimara, etc.),  y sus currículas  escolares son uniformes con las de la capital del país, pero son  discordantes con su realidad particular.  Hablar inglés está muy bien, es necesario, pero no es el único esfuerzo que tienen que hacer los colegios para "ranquearse"  y poner a sus estudiantes a hacer la diferencia, a ser actores del desarrollo. Po otro lado, ¿seguiremos aceptando que el SUTEP siga imponiendo las reglas? ¿Por qué esté y otros gobiernos lo le plantan la cara a este gremio y terminan de desenmascararlo? ¿Es posible que un sindicato trasnochado y corrupto tenga en sus manos el futuro del país, que está basado especialmente en la formación de la mayoría de los niños que viven en las zonas rurales, así como en las zonas más pobres de nuestras ciudades, aquellas que no acceden a la educación privada? ¿Creen acaso nuestros gobernantes que con posiciones románticas y principistas combatirán al SUTEP?  ¿De qué vale seguir creando ministerios y burocracia que no es eficiente a las reales necesidades del país? ¿En qué estamos pensado los cusqueños? ¿Seguiremos eligiendo presidentes regionales que nos cuenten cuentos, mientras otras regiones del sur están apuntalando sus sistemas educativos?  La historia de la “Feli”, que aquí volvemos a publicar, es la historia de muchos peruanos cuya pasión por la educación, propia y de los demás, está embotellada y no tiene cómo hallar una salida.

 Comparta el drama de miles de jóvenes peruanos para quienes la educación no es una alternativa  sino una estafa.

La Feli o la epopeya de una joven peruana para estudiar y ser profesional.

Por: Patricia Marín

Con el pelo aún mojado y la mochila al hombro, llega  poco antes de las ocho de la mañana a la casa donde trabaja: cocina, lava, limpia y es dama de compañía. Su rapidez en el planchado ya me había llamado la atención, pero verla, a la vez,  leyendo un bloque de papeles impresos en computadora picó mi curiosidad y le pregunté de qué se trataba . “Es mi tesis, mañana tengo reunión con el asesor”, responde con seriedad, pasando la plancha con un mano y con la otra dando la vuelta a la página. “¡Tu tesis!  ¿y qué has estudiado?”. “ Educación”, me contesta entre tímida y orgullosa. Mira el reloj, cinco con treinta, se sorprende “¡tengo reunión con mi compañera!”, desconecta la plancha y rápidamente concluye con sus labores en la casa :”me voy, me voy se me ha hecho tarde  hoy”.  Me recuerda al  conejo apurado de Alicia en el país de la maravillas.

La niña  en su mundo

Ancahuasi -ubicada  en  la provincia de Anta a 35 kilómetros de la ciudad del Cusco – es la tierra natal de “la Feli”, como le dicen cariñosamente a Felicitas Quispe Auqipuma. Desde niña tenía bien claras sus obligaciones: sacar a pastar al ganado al despuntar el alba, cargando  su cuero de oveja para dormir un poco al llegar al pastizal -incluso  en plena helada, sin “hojotas”, con los pies agrietados por el hielo-, además de cocinar y cuidar a sus cinco hermanos menores. Sus días transcurrían alegres entre cantos, juegos y bromas con sus amigos, otros niños pastores como ella.

 

Cuando tuvo la edad necesaria, sus padres la matricularon en la escuela de Ancahuasi. Le gustaba estudiar  y  -sin dejar de cumplir con sus obligaciones ya mencionadas, además de apoyar en las siembras y cosechas- pudo avanzar hasta el cuarto año de primaria. La vida transcurría así para la Feli, ese era su mundo, igual al de sus compañeros y amigos campesinos, y se sentía feliz en él. Pero al cumplir los once años todo iba a cambiar.

 

La Madrina

 

Desde el Cusco llegó la hija de su madrina, solicitándosela a su madre. Necesitaban quién las ayudase en las labores de la casa; a cambio, ella podría seguir estudiando en una buena escuela .  Los padres no tardaron mucho en decidirse.

 

 Después de unas horas de viaje en camión, el 27 de julio de 1986, la Feli llega al Cusco, al barrio de Marcavalle, y es entregada por su madre a su madrina. El trabajo no le resultó difícil porque estaba habituada: tenía que levantarse temprano barrer, limpiar y ayudar a pelar la papas, habas, y todo cuando fuera necesario  para hacer el almuerzo. Si bien no entendía todo, le fascinó  descubrir a los hijos de la casa viendo sus programas favoritos en la televisión, y logró -por supuesto luego de lavar los servicios- ver en la noche las telenovelas  junto con su madrina. Pero la novedad y el aturdimiento sólo le duraban hasta las diez de la noche, cuando, ya acostada, el recuerdo de sus hermanos,  amigos pastores y sus animalitos, se convertía en  lágrimas inagotables y sollozos tan fuertes que la propia madrina tenía que levantarse para apaciguar a la niña con un poco de leche tibia. Las clases en la escuela  se iniciaron y la madrina estaba segura que esto animaría a la niña. No fue así.

 

En la fila de los burros

 

 Al llegar al aula, Feli, generalmente locuaz y vivaracha, repentinamente enmudeció.  Su rendimiento en el aula era nulo y no podía responder a las tareas para la casa y menos aún a las preguntas en la clase.  Su  profesora tenía un método de estimulación muy particular, pues ubicaba a sus alumnos en dos grupos: los “buenos” y los “burros”. Feli tuvo que pasar mucho tiempo en el grupo de los burros, ya que no sabía ni hablar ni leer en castellano. Su pena era evidente. Los recreos la entristecían aún más, sobre todo cuando por alguna razón faltaban las compañeras que hablaban en quechua como ella.

 

Al mes llegó su padre. Al verlo se le arrojó a los brazos y le pidió que se la llevara de regreso a casa. El padre no podía romper el trato, solo pudo ofrecerle regresar en una semana. Pero esta vez vino la madre y sin darle más opción  le dijo que se aguantara, sobre todo por la escuela. Pero reprobó el año.  Para entonces Feli ya tenía doce años, y la madre decidió llevársela  de vuelta a Ancahuasi. Pero la madrina no recibió con agrado la noticia, y le vaticinó claramente lo que le esperaría a la niña si regresaba a su pueblo: a los catorce años le conseguirían un marido  y comenzaría a criar niños; obviamente más  le convenía quedarse con ella en el Cusco. Su argumento prevaleció.

 

Ya que no había otra opción,  la Feli, entendió rápidamente y decidió entonces que haría lo que fuera por salir de la fila de los burros. La madrina y su familia ayudaron prohibiéndole hablar en quechua. Un día, por ejemplo, amaneció con dolor de muelas: “mi q’iru me está doliendo”, dijo llorando. Por toda respuesta la madrina la puso a escribir en un cuaderno: “no debo decir mi q’iru, se dice mi diente”. Así, renunciando a su quechua natal, poco a poco fue saliendo de la fila de los burros. Terminó el colegio con muy buenas calificaciones, y en algunos años hasta con excelencia.¿Qué profesión escogería? Quería ingresar a la Universidad.

 

Adiós  a la madrina.

 

Tras no muchas cavilaciones escogió la carrera de Educación. Pero Feli se daría con la sorpresa, como tantos jóvenes en el Perú, que los años invertidos en el colegio no le servirían de mucho para ingresar a la Universidad Nacional del Cusco, por tanto  debía prepararse para el examen de admisión. Pero  las academias de preparación no eran compatibles con sus  actividades en la casa de la madrina, y lo más que pudo fue prepararse en un horario vespertino aunque  fuera inadecuado para sus necesidades. Por último, tuvo que prepararse sola, en la casa con el resultado de que no pudo ingresar.

 

Además, estaba atada a la casa de la madrina, quien nunca le pagó un centavo y no contaba con dinero en efectivo para pensar en otras opciones. La situación se puso tan tensa que tuvo que inventar la excusa de un viaje a Lima,  para trabajar en casa de una señora que también le pagaría su educación.  Así, después de muchos años, Feli  dejó la casa de la madrina y consiguió  un nuevo trabajo, pero esta vez remunerado. El problema era que no tenía ninguna posibilidad de tener horas libres para estudiar y las jornadas eran largas y extenuantes, y volvió a perder el año.

 

Al  año siguiente decidió que tenía que olvidarse de la Universidad  e ingresó, no sin esfuerzo, al  Instituto Pedagógico Ricardo Palma, pero sus condiciones seguían siendo desastrosas. La única posibilidad de no perder el primer año de estudios era conseguir un trabajo a medio tiempo. Renunció  a la casa dónde trabajaba, consiguió alquilar por 20 soles una habitación en casa de una pariente, y trabajó en cuanto oficio encontraba: recogió cartones en un Bingo, hizo servicio de limpieza hasta la madrugada, lavó la ropa de sus parientes y trabajó en una tienda de artesanías.  Pero los estudios exigían mucho; además, la época de los cursos teóricos ya terminaba y tenía que iniciar las prácticas en escuelas que estaban lejos de la ciudad.

 

El dinero no le alcanzaba. Su deterioro físico  era evidente, pero también el emocional. Como no podía compartir con sus compañeras los habituales viernes de discotecas o fiestas populares, las compañeras ya no la tomaban en cuenta y comenzaron a marginarla de los grupos tanto de estudio como de esparcimiento.

Solo gracias a un amigo pudo conseguir una beca parcial en el instituto y así poder continuar con los estudios, hasta concluirlos.  Había llegado la hora de tomar decisiones una vez más ¿en qué especializarse? ¿primaria o secundaria?   Optó por la primaria.  Tendría que hacer su tesis  ¿cuál sería su tema?

 

Para  no ser “diferentes”

 

Feli razonó: “Hay que sacarles más habladores a los chicos, son muy tímidos con el castellano. Deben  perder el miedo  para expresare. El niño sabe, pero no puede salir adelante por esa razón.  En Ancahuasi, en mi zona, en las alturas, no hay una maestra que enseñe bien, confunden mucho la i con la e, por ejemplo. Cuando vine al  Cusco  “moteaba” y me quedaba callada, pensaba todo el tiempo, pero me daba miedo y  vergüenza de que se burlaran. Me sentía chiquitita   y diferente. Todos hablaban castellano y yo no podía aprender porque hablaba solo quechua. En los anexos, en las partes altas la gente no habla ni gota de castellano, y eso no va a desaparecer, por tanto hay que enseñarles a los niños a expresarse con técnicas de estimulación  apropiadas para ellos y su cultura. Entonces los profesores tienen que saber quechua”. Y de eso justamente trata la tesis de Feli. En base a cuentos, testimonios y juegos ha logrado, junto con su compañera de tesis, un conjunto de técnicas para ayudar a los niños quechuahablantes a perder el miedo y a expresarse mejor .

 

Yo no la veo hace dos meses. Quizás a estas alturas ya haya dado su examen de grado y será  lo que anhelaba: una profesora que quiere ir a ensañar a los niños de su zona. 

 

Con el diploma en la mano

 

A sus 28 años tan  intensamente vividos, y su diploma en la mano, la Feli fue a solicitar un puesto de trabajo vacante, pues la escuela de su pueblo en Ancahuasi no tenía entonces un docente. Pero se dio con la sorpresa de que para ir enseñar a su pueblo, ése sitio dónde ningún otro colega quiere ir,  tiene que estar de “ acuerdo”  y pagar un cupo de 500 soles al Sutep, y como ella no los tiene, no podrá ejercer su modesta profesión allí donde realmente hace falta.

La Feli tiene claro que las cosas para ella no serán fáciles. Si con esfuerzo concluyó sus estudios de Educación en el  Instituto, requerirá de más paciencia y esfuerzo para validar su tesis en la Universidad del Cusco, pues los egresados de un Instituto, según ella,  no tienen mucho chance, aún cuando tengan la decisión de ir a lugares donde los egresados de las universidades no aceptan ir. Pero la Feli tiene paciencia y hará lo necesario para poder enseñar “aunque tenga que esperar diez años más”. A pesar de que he venido una hora antes para poder conversar, el tiempo se fue volando. “ Ahora sí me voy, se ha hecho tarde hoy”, me dice y sale corriendo al encuentro de sus actividades , esta vez como comerciante de productos agrícolas andinos, en un país  que no es precisamente “el país de las maravillas” .

 

 

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