...a diez años de ser declarado Maravilla del Mundo

 

 

Por: Patricia Marín

 

 

 

En 1999, bajo el gobierno del Presidente Alberto Fujimori, se dio en concesión por 30 años el tramo Cusco-Machu Picchu, hasta entonces administrada por la Empresa Nacional de Ferrocarriles S.A., a la empresa Perú Rail.

Salvo lo que piensen los aficionados a creer en conspiraciones, fue por una oportuna casualidad que, en el mismo año que se otorgaba la concesión de la ruta Cusco-Machu Picchu, el suizo-canadiense Bernard Weber -aviador, curador museográfico, aventurero y exitoso productor de documentales- concibió la idea de elegir a las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno, inspirándose en las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. A ese fin, fundó la empresa New Open World Corporation, mediante la cual convocó a especialistas que eligieron 79 monumentos que concursaron para ser elegidos como “Nueva Maravilla” por voto universal. A pesar de que la UNESCO tomó prudente distancia de este evento, luego de ocho intensos años de trabajo, el 7 de Julio del 2007, el mundo entero votó para elegir a las 7 nuevas maravillas del mundo, entre las que figuraba, para sorpresa de nadie, el maravilloso Machu Picchu.

La elección fue transmitida desde Lisboa, Portugal, a más de 170 países, y fue vista por alrededor de 1.600 millones de personas. Es decir, una de cada 4 personas en el mundo vio la transmisión en directo de cómo Machu Picchu era elegida como la cuarta nueva maravilla del mundo moderno. Una publicidad así, jamás hubiera podido ser costeada por el Estado peruano.

Si bien en los últimos años del gobierno de Fujimori, Machu Picchu ya se estaba recuperando como polo de atracción de inversiones (especialmente para los congresistas del régimen), en ese 2007, a ocho años de la concesión, se convirtió en una estrella turística del mundo. Con ello, un gran cambio sacudió, no solo al distrito de Machu Picchu y la población de Aguas Calientes, sino a todo el Cusco. Hoteles y restaurantes de las más diversas categorías, casas de cambio y tiendas de souvenirs, desplazaron a diversos negocios tradicionales; y las casonas, casas y casuchas alrededor del Centro Histórico, se convirtieron en la salvación de todas las agencias internacionales, nacionales y locales que traían visitantes a la “Nueva Maravilla”. La economía entera cambió.

Antes de que acabe el año 2017, a 10 años de cotidiana explotación del Santuario histórico de Machu Picchu, y lejos de coincidir con las posiciones ultranacionalistas, sino más bien, con el de las personas que ven en este gran complejo arquitectónico una referencia a su historia, a su identidad cultural, insto al Ministerio de Cultura, especialmente, a los funcionarios de carrera (no a los que coyunturalmente ocupan un cargo político) a que cumplan con su función (y se quiten la pátina de burócratas ineficaces y hasta corruptos) de encontrar la mejor solución para la adecuada gestión del Santuario Histórico de Machu Picchu, que desde el mes de Julio tiene dos horarios de visitas ¡Ahora sí que es imposible saber cuántos visitantes acceden por turno, y por los diferentes ingresos! Salvo que el Ministerio de Cultura haga transparente la contabilidad de todos los ingresos de Machu Picchu y sus estadísticas de visitantes por mes. Eso sí haría la diferencia y convendría a tirios y troyanos. ¿Lo harán?

No podemos seguir viendo a Machu Picchu solo como una empresa. Ni tampoco seguir permitiendo que el Ministerio de Cultura y la Municipalidad continúen empleando el mismo criterio para dar licencias y seguir construyendo hoteles, en contra de la estructura urbana del Cusco histórico, sin conciencia de lo que la palabra urbanismo significa y vulnerando reglas o comprando alcaldes.

El gremio turístico ya ha ganado mucho consiguiendo los dos turnos. Ahora tiene que pensar, por el bien de su propia empresa, cómo aporta a quienes tienen la obligación de mantener y preservar el monumento, y no solo exigirles cómo explotarlo mejor.

Por otro lado también la empresa Perú Rail, tiene que pensar con seriedad el servicio que presta el “tren local” a todos los cusqueños y peruanos que visitan el  Santuario Histórico, pues si bien la ruta en general ya es compartida, este servicio, el del tren local, sigue siendo un monopolio. Su política institucional dice ser de apoyo al pueblo cusqueño y a los peruanos en general; si es así, tiene que repensar el servicio que ofrece, pues su trato a los pasajeros es totalmente cuestionable.

Y como si fuera poco, si uno tuvo la suerte y ya llegó (luego de levantarse a las cuatro de la mañana, o pernoctar en la estación de Ollantaytambo y tener la suerte de comprar el boleto) a la estación de Aguas Calientes, se encuentra con una enorme cola de personas que esperan para poder acceder a un bus del Consorcio Consettur (otro monopolio) para poder subir hasta el Santuario, al extremo que el viajero aprovecha para dormir la mala noche que le dio Perú Raíl, en plena pista. Así, hacer uso del “regalo de ir a Machu Picchu” se convierte realmente en un mal trato.

Machu Picchu, es patrimonio cultural del mundo, es de todos los peruanos, y no solo de las empresas de turismo. Esperemos que el 2018 sea un año de reflexión sobre el rol de Machu Picchu en la economía cusqueña y peruana.

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