fausto.2011Los dilemas del próximo gobernante

Ollanta Humala: ¿masa o élite?

Fausto Salinas Lovón

Fiestas Patrias de 2011

Vencedor con el 48.71%[i] de los votos emitidos (que representan el 51.94% de los votos válidos), ganador en 19 de 25 regiones electorales, Ollanta Humala se alista para asumir el gobierno nacional este 28 de julio en medio de muchos dilemas.

¿Qué plan de gobierno emplear? ¿Aquel en el cual realmente él cree pero que sólo respaldo  el 27.803%[ii] del electorado en la primera vuelta o el plan ampliado,  concordado y aggiornado, con el cual sedujo a los sectores medios y le permitió sumar un 20% adicional de electores?.

¿Gobernar por la vereda izquierda para llegar al paraíso nacionalista o hacerlo por la vereda contraria?, cruzando en tal caso la calle de la cruda realidad política sin avisar y sin respetar el crucero peatonal como lo han hecho muchos de los gobernantes de izquierda que han llegado al poder nacional o  regional en los últimos años y no se han tomado la molestia de explicar a sus electores lo evidente: que la vereda izquierda sólo sirve para llegar al poder y gobernar por ella conduce aún a peores fracasos.

¿Con quienes gobernar? ¿Con la familia (que diseñó,  alentó el sueño presidencial familiar e incluso se alzó en armas para hacerlo posible) o con los aliados que han surgido como necesidad en la segunda vuelta electoral? ¿Con los nacionalistas y los comunistas que están embelesados con el modelo de conducción carismática de izquierda que impera hace más de 10 años en América Latina[iii] y que él encarna en el Perú o con Alejandro Toledo y su autodenominada condición de garante de la democracia?[iv]

 

¿Hacia dónde gobernar? ¿Hacia Brasilia o hacia Caracas (perdón, ahora habrá que decir hacia La Habana, nueva sede de facto del convaleciente poder político venezolano), o tal vez hacia otro lado? Dicho de otro modo, ¿gobernará teniendo como referente a Lula, a Chávez o tal vez a Perón y sus actuales seguidores que tienen la virtud de poner a las cónyuges en el gobierno?

 

¿Para quién gobernar?¿ Gobernará para el interior y en particular para la sierra, el sur y la Amazonía que votaron  por él en forma mayoritaria, en claro contraste con Lima y el norte emergente del país o gobernará para Lima donde esté el principal bolsón electoral del país? En este orden de ideas, ¿se aplicará la regla ya conocida de que a las regiones y a los proyectos amigos y políticamente rentables todo mientras que a los demás el SNIP?

 

¿En el plano regional, a quien le dará el agua del río Apurímac disputado por la represa de Angostura y el Proyecto Majes Siguas II? ¿Al Cusco que le dio 458,000   votos o a Arequipa que le dio 487,000 sufragios. A Espinar, provincia en la cual sus militantes y dirigentes hicieron mérito político con esta bandera tomando puentes, minas y comisarías o a Siguas, cuya población ya lanzó gritos de guerra si el proyecto no se realiza?

 

A todos estos dilemas se agregan muchos otros más que la dura calle de la política real aguarda para el nuevo gobernante. Sin embargo, creo que hay un gran y verdadero dilema de fondo que Ollanta Humala debe confrontar: ¿Masa o Elite?[v] ¿Se ubicará en medio de la masa[vi] y actuará como ella o construirá a partir de su arraigo sobre ella una nueva élite política de izquierda en el país? ¿Liderará la masa con aptitud y capacidad de reconvenirla cuando sea necesario al interés general (que no es el mismo que el interés efímero y condicionante de la masa) o caerá prisionero de ella?

 

Si opta por ubicarse dentro de la masa y actuar como ella, ya estamos notificados. Invasiones, tomas de carreteras, incendio de oficinas de aduanas y contraloría para desparecer evidencias de fiscalización, invasiones de mineros informales en los lechos de ríos y en los terrenos mineros concesionados por el Estado o secuestros de policías dejarán de ser actos de las organizaciones sociales y pasarán a ser actos del poder oficial y/o de ablandamiento político, confirmando de esta manera la hipótesis de que el autoritarismo de las calles ha llegado al poder[vii] y que estamos en los albores de una nueva forma de rebelión de las masas.[viii]

 

Si opta por asumir el desafío de  construir una nueva élite política de izquierda  y por lo tanto, no actúa como masa sino que entiende, comprende, canaliza y transmite la aspiración popular de las masas pero con independencia de ella y de sus condicionamientos logra construir un nuevo liderazgo de izquierda y a partir de él una nueva estructura política de ese sesgo que respete a la mayoría pero también y sobre todo a la minoría, al que piensa distinto y al derecho de los demás, estaremos notificados quienes pensamos distinto de que se está gestando una seria alternativa de izquierda saludable para el país. Una estructura política con liderazgo político genuino, que puede ser capaz de refrescar las estructuras políticas del país, construir alternativas y competencia en el  mercado político nacional y servir de acicate para las élites políticas de centro y de derecha que tampoco han sido capaces de construir una estructura alternativa viable que canalice las aspiraciones de los sectores medios y de las masas del país.

 

En 1990, el Perú experimentó un fenómeno similar, donde las masas desbordaron el esquema político imperante y encumbraron en el poder a Alberto Fujimori, por encima y en contra del establishment político de entonces (de izquierda y de derecha)[ix]. 10 años después, al igual que la embelesada izquierda latinoamericana que ha desperdiciado una década sin construir una nueva estructura alternativa de partidos, Fujimori desperdició la oportunidad que tuvo,  no pudo desprenderse de la conducta y las exigencias de las masas (aunque las controló y aquietó con sumo excito) y no construyó una nueva élite política que canalice el desborde popular que lo llevó al poder y le de continuidad a su proyecto político por encima de las coyunturas electorales.

 

Ollanta Humala tiene entonces muchos dilemas, pero ninguno más acuciante que el que le exige definir entre ser parte de la masa o construir una nueva élite política de izquierda en el país, que aproveche su arraigo con las masas y no caiga prisionero de ellas, para que no le suceda lo que le viene ocurriendo al resto de la izquierda latinoamericana que ya es prisionera de ellas y del modelo de conducción carismática que ella misma ha construido y que parece condenado al fracaso.



 

[i] Véase: http://www.web.onpe.gob.pe/modElecciones/elecciones/elecciones2011/2davuelta/

 

[ii] Véase: http://www.elecciones2011.onpe.gob.pe/resultados2011/1ravuelta/

 

 

 

[iii] Brombacher y Maihold muestran como embelesada en el éxito obtenido por el modelo de conducción carismática de la izquierda, esta ha desaprovechado durante esta última década la oportunidad de construir estructuras de partido y se aleja de su promesa de más democracia, inclusión y redistribución. Revista Diálogo Político 1, 2011.

 

[iv]  Si Usted es de los que cree que este dilema ha quedado despejado con la designación del gabinete ministerial con integrantes del Toledismo y ex dirigentes empresariales, me temo que está Usted equivocado.

 

[v]  No hay temor a que el dilema planteado pueda etiquetarse de elitista, excluyente o antidemocrático. El hecho de plantearlo no lo convierte en tal. Solamente se trata de abrir la cancha de debate y no dejarlo en el terreno que lo es políticamente conveniente. La existencia de masas y la necesidad de élites son un dato factual, un hecho inevitable y natural a la vida social y política e incluso conveniente y necesario para la vida social. La democracia peruana, como todas las de América Latina requiere reencauzar sus masas y recomponer sus élites políticas y hacer una reingeniería de ellas, tarea que obviamente no puede comenzar a partir de la negación del problema.

 

 

 

[vi] Esta reflexión es pertinente ya que el electo gobernante del Perú llega con el apoyo de movimientos sociales de masas ( no por ello manifiestamente mayoritarios o unánimes como esta expresión pudiera dar a entender) que han puesto en dificultad al sistema político del país desde inicios del gobierno del presidente Toledo hasta días antes de la segunda vuelta electoral, con diversas justificaciones y distintos protagonismos regionales pero bajo un mismo propósito político: auspiciar su llegada al poder.

 

 

 

[vii] Al respecto, en el ensayo denominado “El nuevo libreto autoritario latinoamericano” sostuve esta tesis que a riesgo de desbaratar mis consideraciones académicas, quisiera desmentir en los próximos años en el Perú.

 

[viii] Más de 70 años después, resultan actuales muchas de las afirmaciones de La Rebelión de las Masas de  Ortega y Gasset  respecto del comportamiento de la masa: su carácter violento en muchos caos, su falta de apego a la ley, su forma de actuar basada en las presiones materiales y su irrespeto a las minorías.

 

 

 

[ix] Matos Mar llamó a esto Desborde Popular y Crisis del Estado en un libro clásico y necesario para entender el Perú de fines de los 80.

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