¡Cuida bien la puerta!

 

Cuento tomado de la tradición oral
¡Cuida bien la puerta! *


ukuku.2.2
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El sonso y la puerta se fueron rama y todo sobre los ladrones.

-Sonso, tengo que ir al pueblo a vender el maíz. Cuida bien la puerta. No sea que vengan los ladrones y se lleven la cosecha.
El sonso movió todo el cuerpo en señal de asentimiento. La madre se puso la carga a la espalda y partió por el camino, y el sonso se quedó cuidando la puerta.

Primero la miraba fijamente parado en frente de ella. Pero como se cansó, se sentó y posó la espalda en las tablas de la puerta para sentirla y asegurarse que estaría a salvo en caso de que se durmiera. Y así fue.


Entrada la tarde, despertó hambriento, y quiso ir al camino para ver si su madre ya regresaba a preparar la comida. Entonces recordó el encargo. Miró la puerta, y con las fuerzas que solo los sonsos tienen, la arrancó de cuajo, se la puso a la espalda y fue por el camino silbando. La madre al verlo cargando la puerta imaginó lo peor.


- Sonso ¡Seguro ya nos han robado!

- No, la traje conmigo para cuidarla bien.
- Si serás sonso…

La madre calló de golpe al oír vociferar a dos ladrones que venían discutiendo por el botín robado en todo el día. Aterrada corrió hacia el único árbol del camino, un árbol alto y frondoso, se trepó en él para evitar ser presa de los ladrones, y ordenó al sonso que la siguiera.


Ya sentada sobre una rama vio con horror que el sonso trepaba con la puerta a cuestas, pero ya los ladrones estaban demasiado cerca como para hacer o decir nada. Así que el sonso, puerta y todo, se acomodó junto a la madre.


Los ladrones, cansados, se sentaron bajo la sombra del gran árbol solitario, a contabilizar las tintineantes monedas de la faena. El sonso sintió curiosidad e inclinó todo el cuerpo para ver y oír mejor, mientras la madre jalaba de él y de la puerta, temiendo que se fueran abajo. Pero de tanto jala y jala, la rama acabó por ceder, así que la madre, el sonso y la puerta se fueron rama y todo sobre los ladrones, que recibieron sobre sus cabezas tamaño peso y quedaron privados. Ya la madre partía a la carrera cuando se fijó que el sonso, muy tranquilo, recogía todas las monedas con su gran cara de felicidad, sin dejar ni la más chiquita. Luego cargó con la puerta, le dio alcance a su madre y se fueron como alma que lleva el diablo.


Ya en la casa, el sonso le entregó las monedas a su madre, y luego colocó la puerta y la cerró.


*Esta versión fue aportada por Teresa Casafranca de Marín.


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