Antonio 1El 24 de abril, al fallecer Antonio Velasco Berrio, acaba también una época, una forma vida, una manera de ser cusqueño.

Antonio nació en una típica familia urbano-rural el 9 de octubre de 1932. Fue el quinto hijo de Antonio Velasco y Eulogia Berrio, quienes decidieron que su formación se iniciara en el glorioso Colegio de Ciencias, para luego continuar sus estudios en Lima, en el Colegio Raimondi y concluirlos en el Colegio militar Leoncio Prado.

Su vida, transcurrida entre el campo y la ciudad, lo llevo a elegir su vocación: la medicina veterinaria. Para lo cual, como era usual en esa época, tuvo que viajar a la Argentina, país al que siempre llamó su segunda patria. Y fue en Buenos Aires donde se graduó como médico veterinario. Pero eligió volver al Cusco. Y a partir de los años 50, su vida la pasó en Chillioroya, Chumbivilcas, lugar donde había crecido, y estableció una hacienda dedicada a la cría de ganado, ovino y vacuno, pero especialmente, dirigida a la producción de queso: los famosos quesos Velasco, que fueron ejemplo de calidad y sanidad en su producción.

Cómo no recordarlo en las ferias ganaderas de Huancaro; cómo no recordar la dinámica económica a partir de la crianza tecnificada y más humana que implantó en sus establos; cómo no recordar que construyó la primera escuela en la comunidad de Chillioroya, y que ahora es un colegio reconocido por el Ministerio de Educación.

Mientras muchos cusqueños migraron a Lima post reforma agraria, Antonio, apostó por el campo, pese a los tremendos cambios sociales, y demostró con hechos que el campo es para todos, sacando adelante no solo la Hacienda Chillioroya , sino también a la comunidad toda.

Otro aspecto de su vida que nos viene a memoria, es la estupenda pareja que hacían con su esposa Norita, y el orgullo que sentía por sus hijas Marcela y Patricia, y sus adoradas nietas Alejandra y Micaela.

Por mi parte lo recuerdo cómo el “tío Antonio”, no porque fuera pariente de mi padre, sino porque ambos optaron por el campo con el mismo cariño y dedicación, y además porque eran “hermanos masones”, pertenecían a la misma logia, y tenían en común como amigo al querido Antón Ponce de León, con quien mantenían las conversaciones más increíbles que yo haya escuchado en el Cusco.

Elegante, amante de sambas argentinas, supo enfrentar los embates que la vida del campo suele dar a quienes le entregan sus vidas. Ojalá haya jóvenes que también escojan el campo y la agricultura como carreras, y se empapen del valor que tiene la tierra, no solo como productora de minerales, sino también de alimentos y conocimientos ancestrales, como lo hizo él.

Camina tranquilo Antonio Velasco Berrio, pues la luz te guiará hacia Chillioroya, donde seguro descansarás en paz.