Los murales con llamas en Choquequirao.


Los murales con llamas en Choquequirao


Arq. Roberto Samanez Argumedo


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Roberto Samanez Argumedo

Sin lugar a dudas el único conjunto arqueológico de la región que se puede considerar equiparable con Machu Picchu, es el de Choquequirao, situado en la agreste región de la Cordillera de Vilcabamba, en el departamento del Cuzco. Su ubicación en la cuenca del río Apurimac, en la parte alta de un profundo cañón formado por el río de confiere al sitio un entorno natural de gran belleza y profundo simbolismo, por la presencia de las imponentes cumbres nevadas del Qoriwayrachina y el Padreyoc, los apus titulares.


El lugar era conocido desde época colonial. En un documento alcanzado al virrey Manuel de Oms y de la Santa Pau en 1710, se le menciona como uno de los cuatro pueblos antiguos de la gentilidad en Vilcabamba, la región escogida por el gobierno de la resistencia incaica. Como señala Lumbreras las diferentes menciones al sitio están relacionadas a sus riquezas de oro y plata y la noticia de su existencia debió despertar la ambición de los aventureros.


Antes del descubrimiento científico de Machu Picchu en 1911, Hiram Bingham estuvo en Choquequirao donde efectuó excavaciones a la búsqueda de objetos arqueológicos. En 1986 cuando el autor del este artículo estuvo en el sitio arqueológico, con un equipo técnico para elaborar por primera vez levantamiento y el proyecto para su restauración, se pudo verificar la existencia de las prospecciones atribuidas a Bingham. A pesar de las numerosas exploraciones llevadas a cabo, el conjunto arqueológico guardaba celosamente sus secretos. Recién en el año 2004 cuando se realizaban labores de Catastro y Delimitación, como parte del proyecto financiado por el Fondo Contravalor Perú-Francia, se hizo el hallazgo de un conjunto de andenes con ornamentación rural.


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Detalle de una de las llamas registrado después de los trabajos de limpieza y consolidación

Se trataba de plataformas escalonadas con muros de contención, que estabilizan una escarpada ladera, ubicada a una distancia relativamente corta del área ceremonial central del conjunto arqueológico. Esos andenes estaban registrados en los planos topográficos que levantamos en 1986 pero no se habían limpiado de la vegetación frondosa, ni se habían explorado por la dificultad de acceso. A medida que se fue retirando la vegetación y los arqueólogos pudieron observar la decoración mural completa, el hallazgo fue considerado como un acontecimiento extraordinario. Al difundirse en la prensa nacional e internacional, surgió la denominación de “Las Llamas del Sol” para el conjunto de 23 figuras, que representan camélidos andinos y decoran los muros de 15 andenes. Se dijo que era la primera vez que en un sitio incaico se encontraban decoraciones murales, que ponían en evidencia la importancia ritual de las llamas (lama glama).


Por añadidura se mencionaba que el conjunto representa un rebaño de llamas de distinto tamaño y actitud, que por su posición, mirando hacia el norte, se dirigen hacia las zonas altas del nevado Qoriwayrachina, principal apu protector del santuario y lugar de donde proviene el agua considerada sagrada, que discurría por las numerosas fuentes y canales de Choquequirao.


Las interrogantes sobre el origen y autoría de esas representaciones, hechas con piedras de color blanco, que destacan sobre el aparejo gris del resto de las paredes de los andenes, se hicieron más complejas al verificarse que como complemento a las llamas, existía una figura antropomorfa. Tiene los brazos extendidos en actitud de proteger al rebaño. Además en tres andenes superiores existe decoración en línea zigzageante y en forma de damero.


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Aspecto de los andenes en las representaciones murales de las llamas poco después de su descubrimiento en septiembre del 2004.

Todavía en el año de 1986 cuando el autor de este artículo realizó investigaciones en Choquequirao, por encargo del Plan Copesco, pudo observar con el arqueólogo Julinho Zapata, que las técnicas constructivas empleadas en los edificios, mostraban características que no eran usuales en la arquitectura hecha por los incas. Difundimos en artículos de aquella época, que los muros están edificados con piedras rectangulares de pequeña dimensión, trabadas entre sí, empleando morteros de barro. Adelantamos la hipótesis de que podría tratarse de un trabajo ejecutado por constructores traídos de la región central y nororiental del territorio del Tawantinsuyo, donde existen ejemplos similares.


Hemos seguido investigando sobre esa constatación, para conocer la autoría de los murales de Choquequirao, que a nuestro entender poseen las mismas características constructivas que las utilizadas en las mencionadas edificaciones. En el caso de las figuras de las llamas, se aprecia que éstas han sido compuestas empleando piedras de color blanco para destacar sobre la tonalidad del andén, construido con lajas rectangulares alargadas, colocadas en posición vertical. Creemos que esas obras se ejecutaron con mano de obra de trabajadores especializados, trasladados de su lugar de origen a través del sistema forzoso de la mita. El aporte de la mano de obra especializada podía disponerse en cualquier centro administrativo del Tawantinsuyo, gracias a ese sistema del que existen numerosos testimonios de los cronistas.


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Se emplearon piedras de color blanco para que destaque sobre la tonalidad gris de la pared del andén.

En un artículo suscrito por el arqueólogo mencionado y el autor de estas líneas, difundido a nivel nacional en mayo del año pasado expusimos que esos mitimaes serían chachapoyas provenientes del Chinchaysuyo, trasladados durante el reinado del inca Waina Khapaq. Ese traslado obligatorio desbarato la organización de esa etnia que intentaba obtener resistencia al dominio inca. Documentos coloniales demuestran que también esos mitmaqkuna fueron ubicados en el Cuzco, en el barrio de Carmencca. Apoyamos esa constatación en el análisis del tipo de decoración pétrea con motivos geométricos y figuras zoomorfas, que ese grupo étnico ejecutó en Kuelap y el Gran Pajaten, su lugar de origen a 1200 kilómetros de distancia, en los bosques nubosos del río Marañón.


Ese grupo humano especializado mantenía su alta creatividad y habilidad artesanal para construir. Logró convencer al curaca o inca provincial de Choquequirao de la expresividad de sus técnicas artísticas. La innovadora representación de las llamas plasmadas en los andenes es sin embargo concepción netamente incaica. El programa iconográfico que relaciona el universo concebido por ellos, con el paisaje del lugar y el mensaje espiritual que contiene ese escenario ritual, son parte de la visión tradicional del Tawantinsuyo.


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