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Fausto Salinas Lovón

Cusqueño

Poco antes de la campaña electoral municipal – regional de octubre de 2010, los vecinos del distrito de Wanchaq - una zona mayoritariamente habitada por ciudadanos de clase media­

y con bolsones poblacionales pudientes sin significativa presencia de sectores populares ni pueblos jóvenes como sucede en otras partes de la ciudad- vieron cambiar el rostro de su principal plaza, la Plaza Tupac Amaru, con la aparición de decenas de contenedores de color blanco y azul que anunciaban la instalación de un Hospital de la Solidaridad en uno de los lados de esta plaza, a pocos meses de iniciada la campaña electoral presidencial.

Unos años antes, apenas terminada la campaña electoral regional donde el nacionalismo no consiguió la presidencia regional que quedó en manos de sus ex socios de la UPP y este movimiento se tuvo que conformar con la victoria distrital en San Sebastián, los vecinos de ese distrito con importante población rural y zonas urbano marginales, vieron la aparición también en su plaza de armas de un centro de salud destinado a atenciones oftalmológicas por parte de médicos cubanos, como parte de una campaña autodenominada de hermandad peruano – cubana.

Lo curioso en ambos casos es que la supuesta solidaridad, en un caso del Alcalde de Lima y en el otro del dictador cubano, se dieron por una parte ligadas a las elecciones presidenciales nacionales y por otra parte, con el apoyo público de los alcaldes distritales de ambas jurisdicciones, que, hasta donde tenemos conocimiento, han hecho uso de bienes públicos (plazas) y locales municipales para auspiciar estas generosas muestras de solidaridad en materia de salud.

Nadie en su sano juicio (y creo conservarlo aún) podría estar en contra de que en cualquier parte del país donde existen personas sin acceso a la atención de salud, alguien se ocupe de ello y brinde servicios de salud en forma gratuita, para suplir las deficiencias de un Estado (nacional, regional y local) que pese a recibir más recursos que nunca por concepto de canon, regalías y transferencias, es incapaz de mejorar la cobertura de los servicios básicos a la población.

Sin embargo, una cosa es brindar servicios de salud en forma gratuita por altruismo, sentido humano, genuina preocupación por la necesidad de las personas o genuina solidaridad, y otra muy distinta es hacerlo para conseguir el voto de los ciudadanos y otra aún peor, es auspiciarlo (entorpeciendo la marcha normal de una ciudad que no puede darse el lujo de cerrar sus espacios públicos como sucede en el caso particular de Wanchaq) para lograr ascender en la carrera política o acceder a ella. Es decir, lo peor, desde mi muy particular punto de vista, es hacerlo para tener un sitio en la lista parlamentaria o una colocación política posterior.

Eso no se llama solidaridad, por ningún lado.

Solidario es aquel médico que abandona su carrera profesional y se une por ejemplo a médicos sin fronteras o a la Cruz Roja y va donde hay necesidad de ayuda, no necesidad de votos. Solidario es aquel profesional que interrumpe su carrera y se enrola en grupos de trabajo que construyen casas, puentes, refugios o postas médicas en lugares donde se busca dar abrigo y no conseguir votos. Solidario es aquel joven que deja sus vacaciones y las cómodas instalaciones de su hogar para ir a una comunidad a sentir las carencias y mitigarlas con sus manos haciendo desagues, cobertizos o aulas, buscando sonrisas y no votos. Solidarios son los leones, los rotarios, los boy scouts, entre otros tantos grupos internacionales, vecinales o comunales cuya ayuda existe, la conocemos, pero no se exhibe con fines electorales, ni siquiera con fines de propaganda institucional.

Deben desaparecer entonces los servicios médicos auspiciados por la dictadura castrista? Debe desaparecer el Hospital de la Solidaridad, buque insignia de la campaña electoral del señor Castañeda?

No. Pienso que no.

Lo que debe desaparecer es el apoyo de autoridades locales, de recursos municipales, de locales públicos, de presupuestos municipales y de lugares públicos para este tipo de campañas de supuesta solidaridad. Los municipios deben hacer lo que la Constitución y Ley de Municipalidades les señala y no auspiciar campañas solidario/electorales como estas.

Lo que debe pasar es que los seguidores del castrismo (seguramente confundidos después de que Fidel anunciara que su revolución ya no servía ni para Cuba) y sus primos hermanos seguidores del Chavismo, deben poner su cuota, alquilar un local o donar uno e instalar allí sus servicios de Asistencia Oftalmológica para que el pueblo de San Sebastián reciba apoyo médico en esta especialidad, como una genuina muestra de la solidaridad que la izquierda latinoamericana tiene hacia las personas carentes de recursos. Eso es lo correcto y lo que nadie podría reprochar.

De igual forma, lo que debe suceder es que los autodenominados solidarios del país busquen a sus amigos cercanos en el Cusco, por ejemplo en los terrenos de Peru Rail para que se instale allí el Hospital de la Solidaridad o mejor aún, como una muestra genuina de solidaridad con los pobres de nuestra ciudad, con cargo a las utilidades recibidas en más de diez años de operación monopólica, compren un terreno o un edificio para este fin; o que el saliente alcalde Wanchaq que ha auspiciado la llegada de ese Hospital adquiera un terreno con su propio peculio y lo destine a mitigar la necesidad de muchas personas del distrito y de toda la Región.

Lo que no puede suceder es que se de solidaridad a cambio de votos. Eso no es solidaridad. Lo peor, que se haga solidaridad con bienes públicos y para beneficio propio.

Podemos concluir entonces diciendo a todos aquellos que hacen gala de su solidaridad, que SOLIDARIDAD SI, PERO CON TU PLATA.

Cusco, Fiesta de Todos los Santos, 2010.

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