En el año 2001, una Comisión de la Municipalidad del Cusco invitó a dos especialistas: José Carlos Huayhuaca (cineasta, crítico de danza y ensayista de temas estéticos)
y Miguel Rubio Zapata (director del grupo de teatro Yuyachkani y estudioso de las fiestas tradicionales populares de nuestro país), para observar y opinar sobre el Inti Raymi como espectáculo audiovisual: teatro, coreografía, música. El resultado de estas observaciones fue el presente texto, alcanzado en su momento a la Comisión respectiva. Valicha considera oportuna su publicación, pues su contenido podría tener un impacto positivo en las futuras representaciones de esta importante fiesta.
El Inti Raymi en la mira
José Carlos Huayhuaca
Miguel Rubio Zapata
Las siguientes observaciones, que tienen como objetivo contribuir a la mejora del Inti Raymi, serán tanto conceptuales como operativas.
I La premisa conceptual . No obstante estar convencidos que el problema central de la fiesta es un problema de guión y de una adecuada puesta en escena, creemos que es necesaria una discusión previa sobre el sentido de esta fiesta y lo que ella se propone. Tenemos entendido que esta fiesta ha sido "recuperada" en 1944 -por el doctor Humberto Vidal Unda a través del Instituto Americano de Arte- y que, desde entonces, se ha llevado a cabo en diversas versiones, con variantes que han intentado ser cada cual lo más "rigurosa con la historia" posible. Cabe preguntarse si este es un correcto punto de partida, si no implica una equivocación de la cual se derivan las demás. Si no se cuestiona en profundidad esta premisa, se corre el riesgo de incurrir en dos graves defectos: hacer mala historia y hacer peor teatro.
Además, debido a la intención de ser supuestamente "rigurosos con la historia" se hace de esta celebración una fiesta remota, detenida en el tiempo y alejada de la vida, que trata de imitar un ritual que ya no se hace -por lo menos de esa manera- como tampoco los hombres andinos se siguen vistiendo con trajes del siglo XVI . Por el contrario, la cultura andina demuestra de modo permanente una gran capacidad de adecuarse a los tiempos; allí radica su fortaleza. Por eso la cultura andina esta viva y en su seno existen rituales auténticos que se practican en las comunidades, como lo constató el mundo durante la ceremonia que realizó el Presidente Toledo en Machu Picchu, con motivo de su toma de mando.
Desde esta perspectiva, la Fiesta del Inti Raymi no se vería perjudicada si, partiendo de la recreación que llamaremos histórica, diera mayor participación a las comunidades para que se hagan presentes con sus expresiones diversas y su cultura viva. De hecho, en el denominado Desfile Cívico, uno de los momentos más intensos es cuando desfilan algunos grupos de regiones del interior. La cultura andina es un ejemplo de armonía con la naturaleza y de tolerancia frente a la diversidad, por tanto la idea de la ofrenda de los Cuatro Suyos debería reforzarse como concepto, como un mensaje perfectamente válido y necesario para el Perú de ahora, y que el resto del mundo vería con buenos ojos.
II El espectáculo teatral . El guión de la fiesta propiamente dicha contempla tres momentos: el segmento del Qorikancha, el de la Plaza Mayor y el de la explanada de Saqsayhuamán. En primer lugar, estos tres momentos deberían ser guionizados independientemente y con rigor; el resultado serían tres textos que marcarían otras tantas series de acciones escénicas, encadenadas con una progresión dramática clara, compacta y exaltante.
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Respecto al segmento que tiene lugar en el Qoricancha, en la parte de la avenida del Sol que está frente a aquél, se debería adecuar graderías para una mejor visión por parte de los espectadores. Esto es muy importante porque muchas veces se piensa en el espectáculo pero no en el espectador. En el caso del Qoricancha fuimos testigos, aún siendo espectadores de algún modo privilegiados, del desconcierto, la desinformación y la tremenda incomodidad que padece la mayoría de los asistentes, si no todos. Finalizada la ceremonia del Qoriqancha, se deberá organizar a los espectadores de tal modo que estos fueran conducidos en procesión hasta el siguiente punto, la Plaza de Armas, a esperar la llegada del Inca. Esto asegurará orden, continuidad y fluidez, en lugar del sentimiento de desconexión que se sufre. Por otra parte, en la Plaza también la ceremonia se hace larga y tediosa, lo que se agudiza con la intervención del Inca. Los mejores momentos son los emplazamientos iniciales de los soldados del Inca, y el recorrido de este saludando a la muchedumbre aglomerada a ambos lados de la pista.
Luego, en el paso de la Plaza a Saqsaywaman, vienen los problemas mayores de traslado peatonal, tráfico de automóviles, embotellamientos, etc, etc., lo cual afecta seriamente la continuidad de la celebración. Tal como se dan las cosas, hay la impresión de que la fiesta se interrumpiera debido a la falta de regulación y coordinación relativa a los vehículos que llevan a turistas, a los que llevan a artistas, a los de uso privado y al flujo del público que va a pie. Luego, ya en la explanada, la espera es muy larga y la ceremonia más larga aún (¡dos horas y media!). Esta debería ser concentrada y no durar más de una hora. Parece que los organizadores incurrieran en la falacia de creer que duración larga es sinónimo de seriedad. Aquí también es válido el apotegma de que lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Por otro lado, ese elemento escenográfico de cartón prensado puesto en el centro de la explanada imitando piedras, le resta majestuosidad al lugar. Pensamos que no debe haber ningún elemento extraño a las piedras reales, y que la ceremonia debe realizarse en los baluartes de manera frontal a los espectadores que están en el cerro (y también en la propia explanada, pero mirando hacia los baluartes). Reiteramos que las intervenciones del Inca son innecesariamente largas. Esta no debiera ser una fiesta de discursos, sino un gran encuentro de danzas de todas las regiones y de todas las épocas del Perú. En cuanto al “sacrificio de la llama”, es una representación completamente fallida, a medias realidad (hay una llama viva que está ahí) y a medias ficción (se encubre el acto mismo, como es obvio), en una combinación equivocada. Más convendría hacer del rito una franca representación teatral, coreografiada y puesta en escena con más eficacia, y de un modo simbólico.
Lo anterior implica también que debería resaltarse el elemento musical antes que los discursos. Podría convocarse a un concurso internacional de composición de la música, o en su defecto, preparar una partitura con las obras de Guevara Ochoa y otros, que se difundiría por el sistema de altoparlantes Respecto al vestuario de los figurantes, diremos que, si bien los colores múltiples y vivos dan una atmósfera de alegría, al mismo tiempo están bordeando el kitsch, o, en palabras nuestras, la huachafería. Es necesario cuidar el material de los atuendos, para que no luzcan como hechos de tela sintética. La mezcla de incaísmo y polistel, no es una buena mezcla.
Pero lo más importante es la coreografía. Esta comprende los movimientos de la “masa” de figurantes, es decir, la combinatoria de las filas de jóvenes de ambos sexos que representan al pueblo inca, y los movimientos de los protagonistas principales. Los movimientos actuales son, a la vez, pobres y repetitivos. Incluso, en algunos momentos, hay movimientos algo ridículos que disuenan con el significado trascendente de la fiesta. Recomendamos el recurso al trabajo de un coreógrafo profesional y competente, peruano o extranjero, que rediseñe tales movimientos.
Dicho lo cual, pasamos a tocar un punto neurálgico. Hace algunos años, se presentó un problema cuando una bailarina coreana solicitó participar junto a las jóvenes que bailan en la explanada, naturalmente dispuesta a usar el atuendo prescrito y realizar los pasos establecidos. Pero hubo una oposición a su pedido, felizmente superado (con dificultad) gracias a la intervención de algunos dirigentes lúcidos. En realidad, se debería fomentar la participación de “delegaciones” de todo el mundo, especialmente de países de las Américas, tanto a nivel de los bailarines como, según ya lo dijimos, promoviendo concursos internacionales para la composición de la música y de la coreografía. El Incanato fue un imperio y no ha existido un imperio que no tenga vocación universalista. |