“El Perú sería mejor si nosotros los cusqueños hubiéramos conservado dos de las cosas más elementales: una, que es nuestro sentido de la austeridad en el sentido castellano e inca,  y en segundo lugar un sentido crítico de nuestra propia cultura; no hemos conservado ni lo uno ni lo otro”.

 

Entrevista a Sandro Fuentes Acurio. Abogado, responsable de unos de los estudios legales más importantes del Perú: Rodrigo, Elías y Medrano. Ex ministro de Trabajo, y Ex Superintendente de la SUNAT.

 

Por Patricia Marín

Fotografías*

 

Patricia Marín.  ¿A estas alturas de tu vida, qué piensas del Cusco?

 

Sandro Fuentes.  El Cusco sigue siendo el faro moral e intelectual.  Sigue siendo la ciudad histórica, el recuerdo de los amigos, que son los elementos fundacionales que a uno lo acompañan siempre. Es muy difícil para los que hemos nacido en el Cusco, desprendernos del recuerdo, ya sea como elemento nostálgico o como  un dinamo que nos mueve a reencontramos con nuestra maravillosa ciudad y su cultura. Pero también es un conjunto de decepciones, de las cuales, creo,  nosotros los cusqueños somos los principales culpables por no haber engrandecido nuestra cultura, nuestra ciudad.  Creo también, que la hemos abandonado de muchas maneras,  que no tenemos una relación, un compromiso histórico como el que deberíamos tener o quizá como el que tuvieron nuestros padres. Probablemente porque ellos no tuvieron que irse del Cusco como algunos de nosotros sí tuvimos que hacerlo, pero el Cusco es siempre una esencia, es una forma de ser y es como dije al inicio,  un faro.

 

P.M. Revisemos algunas etapas ¿Qué fue  la década de los setentas en Cusco?

 

S.F. Pueden ser dos cosas. Una etapa maravillosa para quienes, como yo, estábamos en la adolescencia y venían los movimientos hippies y los esotéricos,  pero también la convulsión política. Cuando ingresé a la universidad el año 73 y mi primer año fue nulo, porque hubo receso en la Universidad  San Antonio Abad. Había ingresado  a Ingeniería Civil, con tu hermano Raúl, y lo que tuvimos fue mucha convulsión social. Había una dictadura militar, la mayoría proveníamos de familias con haciendas o allegadas a hacendados, y por lo tanto el inicio de esa masacre económica que fueron las reformas de Velazco Alvarado, terminaron condicionando nuestra propia experiencia. Con un ojo estábamos viendo cómo se iba acabando un ciclo de la historia económica vinculada al agro, y con el otro un cambio cultural notable, el  pelo largo, el hipismo, la contracultura, la llegada al Cusco de gente muy extraña, muy valiosa, pero también drogadictos. Llegó el LSD y la marihuana comenzaba convertirse en un producto de uso masivo. Sin duda es un momento muy interesante que afirmó  la personalidad de muchos de nosotros, porque nos dio un mayor sentido de identidad que el que hubiéramos tenido si es que el Cusco hubiera seguido  aletargado en su decadencia.

 

P.M. Digamos que hubo un movimiento social, cultural y político que remece el centro urbano, pero no necesariamente todo el…

 

S.F. Si.  En realidad cometo el error de solo referirme a la ciudad del Cusco, y eso está mal, sin pensar en la región o en el departamento del Cusco. De todos modos, se produjo una conmoción. Pienso en la generación que nos antecedió, que  sufrió, probablemente en diez o doce años, los cambios que no habían ocurrido en 400 años. Pienso en cómo se desestructuraba su mundo,  su cosmovisión, como las malas o buenas capas sociales o la estratificación social que existía en el Cusco se iba desmembrando, desestructurando sin ser reemplazada por nada mejor. Me refiero a que perdió su clase dirigente, perdió amalgama social, creo que en esos momentos es cuando se pierde el norte; cuando el Cusco deja de ser una sociedad estructurada y pasa a ser un conjunto de improvisaciones intelectuales que nos han perseguido hasta ahora.

 

 

P.M. Y si algo se fortalece en el Cusco, en esa época, es una ideología que por alguna extraña razón aún persiste, es una especie de cultura política que tiene prácticamente secuestrado al Cusco.

 

S.F. Si claro, evidentemente lo que reemplazó a todo lo anterior fue una especie de parasitismo, es decir, gente que ha aprovechado todos los movimientos seudo políticos, para seguir viviendo de esos movimientos, pero sin ninguna brújula. Es casi imposible pensar hoy día en un neo indigenismo o un indigenismo que apareció con Luis E.  Valcárcel con  Uriel García con mi propio abuelo Rómulo Acurio, con Sivirichi…Te estoy hablando de los años 20 y luego con el terremoto terrible de 1950, lo que aparece a continuación es un conjunto de gente que amó a su ciudad quizá como nadie y que logró reconstruir con cariño, con esfuerzo y con un sentido, diría yo,  casi místico de la historia cusqueña, que después se ha perdido. Ahora los esfuerzos son puramente  coyunturales y parasitarios. Esa es la situación, pero también somos responsables los que de alguna manera no hemos hecho mucho por nuestra ciudad como hubiéramos querido.

 

P.M.¿Cómo podría pensarse el Cusco ahora?

 

S.F. El Cusco es mucho más permanente que nosotros, eso es obvio y  valdría la pena esforzarse para que esto mejore. Creo que mi generación, la anterior probablemente, y sin duda la posterior, fuimos expulsados socialmente del Cusco. Fuimos expulsados por los propios cusqueños que jugamos siempre a expulsarnos entre nosotros.  Siempre se ha tratado de explicar de muchas maneras por qué los cusqueños somos tan antagonistas, no ensayaré ninguna hipótesis, simplemente diré que es un dato de la realidad, y eso se ha venido arrastrando y ha ocasionado  la pérdida de esta clase dirigente, de esta clase intelectual, e inclusive de modales y urbanismo.  En los años 70 se dio también  la sustitución de la sociedad  por un conjunto de nuevos ricos, pequeños comerciantes que súbitamente se convierten en los usureros de los pauperizados hacendados y se van quedando con sus propiedades,   pero también intentan quedarse  con su señorío,  cosa que nunca pudieron y que por el contrario malgastaron.  Esa nueva hornada, en teoría, de dirigentes cusqueños termina siendo peor. Fueron aculturados y hasta en muchos casos resentidos con la propia cultura que antes no se les había dejado penetrar, probablemente por un sentido de venganza y esto es lo que ha terminado haciendo del Cusco una ciudad cosmopolita, preciosa,  pero por razones puramente económicas, es decir,  porque eso es bueno para el turismo, pero no necesariamente porque tengamos la convicción de que esta es una ciudad que nunca debió dejar de ser la columna vertebral de este país. Yo siempre me pongo a pensar que si el Cusco hubiera sido más acorde con su reto histórico, el Perú sería mejor si nosotros los cusqueños hubiéramos conservado dos de las cosas más elementales: una, que es nuestro sentido de la austeridad en el sentido castellano e inca,  y en segundo lugar un sentido crítico de nuestra propia cultura; no hemos conservado ni lo uno ni lo otro y al final, claro, ¿cómo hacer que el Cusco sea mejor?  El Cusco puede ser muchísimo mejor. Y está siendo mejor en la medida que los grandes empresarios del turismo han descubierto lo que nosotros no habíamos descubierto claramente o que no queríamos descubrir.

¿Puede ser una mejor ciudad? Sin duda, con un buen alcalde. Creo que desde la época de  Valencia, no ha habido ninguno realmente bueno, que se preocupe en serio de la ciudad y de sus perspectivas históricas, y me refiero a su estructura intelectual,  a su estructura moral su capacidad de ser a su vez,  no lo que es hoy día, el alto parlante de la calle, sino en la luz de este país que está tan desorientado. No sé cuál sea la ciudad que en este momento pudiera salvar a este país de su laberinto pero me da la sensación de que cada vez es menos el Cusco.

 

P.M.¿Suena como un poco fatalista no?

 

S.F. ¡Sin duda!

 

P.M. ¿Ya no hay posibilidades de que Cusco se erija en un faro moral? ¿Por qué no confiar en las nuevas generaciones? ¿Qué es lo que no tendrían estas nuevas generaciones?

 

S.F. El problema es que ellas no confían en sí mismas, es decir, no creo que éstas nuevas  generaciones se den a  la labor de afianzar al Cusco, como prioridad, como el baluarte nacional, como la reserva moral del país, no creo; creo que están más ocupados y,  es signo de los tiempos, en hacer dinero, en el status o en lo que fuera. Yo no cuestiono eso,   me parece absolutamente legítimo. Pero, si uno escucha a  gente como Roger Valencia, Raúl Galdo o aun Fausto Salinas, observo que tienen las mismas preocupaciones que yo y pertenecen a una nueva generación, pero siguen, lamentablemente, tropezándose con lo mismo que nosotros,  una indiferencia casi supina y  generalizada con relación al destino del Cusco. El Cusco es hoy día un buen lugar de trabajo,  un buen lugar para hacer negocios, un sitio que admira todo el mundo más que nosotros los propios cusqueños.

 

P.M.¿Qué es lo que ha perdido el Cusco o qué ha ganado?

 

S.F. Bueno ha ganado un montón de cosas. El Cusco de hoy es muy superior al Cusco de mi adolescencia, de mi infancia, es mucho más limpio, está más ordenado etc.,  pero solo me refiero a las veinte cuadras del centro histórico, basta que  uno salga de Huanchac y quizá a Manuel Prado, o hacia el Arco,  o hacia Huayruropata,  todas estas zonas son ahora   el verdadero Cusco deteriorado, pero no es un deterioro económico,  es un deterioro de la dignidad, el pobre del Cusco de hoy es menos digno, digo yo,  que el pobre de hace 40 años.

 

P.M.¿Cómo es eso?

 

S.F. Es decir, hoy día no  se tiene ninguna vergüenza en exhibir  miserias públicamente y hasta casi se está convirtiendo en una especie de estilo arquitectónico, en una forma de vivir miserablemente y eso se nota,  insisto,  muy cerca de la ciudad del Cusco. Hay dos Cuscos.

 

P.M.¿No necesariamente te estás refiriendo a pobreza económica, verdad?

 

S.F. No, y eso es lo peor de todo,  porque a diferencia de lo que puede ocurrir en la costa, donde las condiciones de miseria se presentan terribles, y lo  que se tiene para exhibir es una estera, el problema del Cusco es otro. En él la gente siempre se cuidó, incluso en la mayor pobreza,  de estar acordes con la monumentalidad y con la historia de ésta ciudad, hoy día se ha perdido completamente eso.

 

P.M.¿Te refieres a la inexistencia o a la falta de respeto de normas que den  una armonía arquitectónica?

 

S.F. Es más, ni siquiera me refiero a la necesidad de un hilo conductor arquitectónico, me refiero simplemente a un desprecio por la ciudad,  es casi como que odiaran el Cusco.  Como si tuvieran la necesidad de afearlo. Eso es lo que hacen los citadinos de la zona sur del Cusco. Y si uno se desvía hacia Corao y toma esta pista  maravillosa que termina en el abra del Corao, se va a encontrar en el camino  con comunidades campesinas que probablemente tengan un estatus económico  inferior al de estos citadinos y sin embargo conservan limpieza, conservan una cierta dignidad en su forma de vivir.

Lo que quiero decir es que hay la idea general de que la ciudad histórica del Cusco es un medio de vida, es un mecanismo de vida, es una fábrica de dinero, es un lugar del cual hay que aprovecharse. Y por eso digo que se ha perdido el destino del Cusco.

 

P.M. El Cusco en este momento tiene Camisea, el canon y sobre canon minero, tiene el turismo ¿por qué esa bonanza parece que  se evaporara y no llega donde debe llegar, qué es lo que está fallando?

 

S.F. Es que el Cusco no está preparado para la creación de su propia riqueza,  porque entre otras cosas nos hemos creído el cuento de la magnificencia y que por lo tanto, como es la historia  la que nos debe, en consecuencia el Estado tiene que darnos.

El año 1962, el candidato a senador por el Cusco Oscar Arteta Terzi  ofreció hacer lo necesario para que se asfaltara una carretera entre Nazca y Cusco, cosa que recién ocurrió en los años 90,  treinta y tantos años después;  mi tío Gastón Acurio, en el año 70, formuló la idea de un aeropuerto internacional, pero solo 45 años después se licitaron los estudios para Chincheros. Esa es la tragedia del Cusco,  siempre hemos estado esperando  que el Estado finalmente dé el primer paso y haga algo. No es que Velazco Alvarado sea culpable de todo, pero es culpable de muchas cosas y su revolución fallida fue la raíz  de ese  cambio cultural consistente en que el Estado lo debe hacer todo. Hoy en día las carreteras en el Cusco son hechas por impulso de las mineras. Aunque finalmente la interoceánica la hizo el Estado.

 

P.M. Pongamos las cosas en perspectiva: de acuerdo  en que existe una actitud  de desidia, incluso pedigüeña, sin embargo un mayor problema es que tenemos un Estado ausente.

 

S.F. Eso es lo peor de todo. Yo no puedo decir que los cusqueños seamos Gobienro Regional del Cuscoculpables de que el Estado peruano sea tan mal Estado, en cambio puedo decir que los cusqueños sí somos culpables por creer que quien nos va a resolver el problema es ese Estado ineficiente, corrupto y desestructurado como es el Estado peruano. Entonces resulta casi una ingenuidad,  deliberada, dolosa, esto de seguir creyendo que  reclamando al Estado van a resolver las cosas en el Cusco.

En cuanto al canon, este ha dado en algún momento hasta siete y ocho millones diarios, a municipios sin ninguna capacidad de gasto, entonces esta cantidad de recursos, increíblemente, lo que hace es ahondar el problema.  ¿Cómo es posible que yo tenga en mi cuenta todos los días siete millones de soles y sin embargo no tenga agua, no tenga luz, no tenga desagüe  y mis hijos se sigan muriendo al nacer?  Obviamente la frustración es  mucho mayor.

 

P.M. Sigue hirviendo el caldo de cultivo para que cualquier caudillo  ofrezca resolver todos los problemas en un día…

 

S.F. Así es, en algún momento me comentaron -obviamente son chismes- que cuando se disputaban las elecciones del Gobierno Regional y se hablaba del canon, alguien sostenía que con tres millones de soles diarios de ingreso por el canon, podía hacerse tal cantidad de obras de infraestructura que se  resolverían muchos problemas. Pero, al parecer, en esa misma  reunión un candidato dijo: “Sí, pero  no es estratégicamente adecuado acabar tan pronto con la pobreza”.  Entonces desde el año 70   hemos ido postergado todos los intereses sustanciales de nuestra ciudad y los hemos sustituido por intereses grupales, tribales, triviales, etc. etc.  Y al final nos hemos convertido en una joya turística, a la cual hay que extraerle todos los jugos posibles.

 

P.M. El Plan COPESCO tenía claro que el turismo no iba a ser el eje central del desarrollo, sino el mecanismo  que serviría para generar y fortalecer  otras potencialidades económicas como la agricultura  u otros emprendimientos industriales,  pero nunca estuvo en sus planes que la gente vendiera sus tierras y que el Valle Sagrado sea hoy un fea ciudad, y no el emporio del maíz blanco gigante.

 

S.F. Sí. Es una pena lo que ha  ocurrido arquitectónicamente, hay muchos habitantes  del balneario de Asia que se han confundido y han trasladado su modo de pensar y de vivir al Valle de Urubamba.  Hay mucho esnob, concursando para la bienal de arquitectura de no sé qué y olvidándose del compromiso histórico del Valle Sagrado, es decir, de  lo significó  para nosotros los cusqueños. Así como Urubamba, como Yucay, como todos estos lugares, también hemos ido acabando con muchos otros  símbolos de nuestra cultura.  Pero volviendo al tema del Plan COPESCO, que yo recuerde no era un plan de salvamento arqueológico o patrimonial, sino un concepto de desarrollo alternativo.

Pero no ha ocurrido así. Por ejemplo, hoy día la línea del tren entre Cusco y Machupicchu sólo sirve para movilizar turistas; no moviliza papas ni minerales, solo turistas. Desde que se cayó la línea entre Machupicchu y Quillabamba hace muchos años, he regresado a Quillabamba, a  Maranura, a  Santa Teresa, Santa María, Chaullay, etc., y me parecía revivir  los años  1920, cuando la cafetalera de Edgar De La Torre empezó a funcionar, y los años 40, cuando ustedes los Marín tenían  Amaybamba y podían sacar el té. No obstante que Bingham ya había descubierto  Machupicchu,  y seguramente ya era un potencial, nadie estaba pensando en eso. Estaban pensando en cómo mover los productos del  valle de La Convención, llenos de esperanzas. A mí me parece patético que, un siglo después, los habitantes de esa zona estén pensando lo mismo: cómo movilizar sus productos.

 

P.M. Quillabamba no solo tiene problemas de comunicación física, sino que no aún no tiene un servicio  de internet óptimo, demora una hora intentar conectarse…

 

S.F. Eso sí es labor del Estado. La labor del Estado se inicia ahí donde la población es capaz de tener un compromiso con ese Estado y ahí está lo que yo llamo la falta de bisagra.  El Estado es ineficiente,  y por otro lado la población no se organiza,  cree que tomar una carretera y hacer su protesta es suficiente cuando en realidad de lo que se trata es del compromiso para que algo que haga el Estado le sirva. Es decir,  el concepto de planificación, de planeamiento,  el concepto del mediano plazo,  no funcionan y al no funcionar no hay ese estímulo recíproco que tiene que haber entre gobierno y pueblo.

 

P.M. Comenzabas diciendo que Cusco había sido un faro cultural, a fin de fomentar de nuevo esa misión ¿no sería importante, por ejemplo, tener una ley de mecenazgo que permita a las empresas dar un aporte a la producción cultural a cambio de sus impuestos?

 

S.F. Existe,  pero con límites. Pero yo no creo que la filantropía cultural  de una entidad o de una persona deba ser incentivada con los tributos de los demás, no creo tampoco  en la efectividad de ese mecanismo. Pero el problema no está ahí, el problema está en que, en efecto, mientras no haya un consenso mínimo de la sociedad, de quienes tienen la capacidad de dirigir la cultura en este país, y no me refiero al Estado, ni al Ministerio de Cultura,  me estoy refiriendo a las personas, a los Vargas Llosas, a los Szyszlo a los Huayhuacas, para que  sean capaces de ponernos de acuerdo con los demás en relación a cierto camino que recorrer: apostemos a la literatura peruana, apostemos a la nueva narrativa, apostemos a las nuevas artes o a las artes alternativas tecnológicas innovativas, en fin. Pero  tengamos algo para ponernos todos de acuerdo en que se puede caminar hacia a algún sitio culturalmente, si eso es posible o quizá suene utópico a nivel nacional, podría no sonar utópico si de una ciudad se tratara, pero obviamente se necesita que en la ciudad del Cusco, tres o cuatro  personas sean capaces de poner a girar la rueda y echar a andar proyectos y seguro que captarían rápidamente la atención.

 

P.M.¿Pero por qué el Estado no podría participar? Chile por ejemplo tiene un excelente sistema, los fondos provienen del  Estado, y es un patronato que decide su política y  su administración, vía fondos concursables encaminados por los municipios, donde la gente va con su proyecto, lo presenta llenando  una simple ficha y el municipio se junta con el patronato y deciden apoyar o no un proyecto según su mérito.

 

S.F. Para  lo que  me estás diciendo me vale lo mismo que nos compares con Alemania, con Inglaterra o con Estados Unidos o con Japón, o China, pues esos países sí tienen un Estado. En el  Perú  es  un remedo todavía. En consecuencia, lo que en Chile funciona, acá no funciona, ni esos  canales sirven para el mismo fin.  Aquí,  en lo que menos confiaría es en la capacidad promotora del Estado. Hay buenos intentos aislados,  hay gente muy valiosa,  en el actual gobierno y en todos los gobiernos ha habido siempre gente muy bien intencionada, pero tropieza con la burocracia peruana que sabemos que es una  de las peores del mundo.

 

P.M.¿Qué opinión tienes del empresariado cusqueño? Voy a diferenciarlo. Porque hay capitales que son extra regionales, pero también hay pequeños capitales locales.

 

S.F. Yo creo que no hay ninguna diferencia. Creo que el capital llamémosle cusqueño nativo, como el capital que ha llegado de fuera, ambos son cusqueños y ambos con el tiempo son nativos y tienen los mismos propósitos y  los mismos fines.

 

P.M. Pero se necesitan dos generaciones, mínimo,  para volverte nativo, todavía me parece que hay una cierta…

 

S.F. Yo le temo más a los cusqueños capitalistas cuando quieren maximizar sus utilidades que a un foráneo, y hay demasiados ejemplos.  Han habido cusqueños brillantes que han tratado de llevarse el pelotazo en dos segundos y han destruido su propio negocio, y hay otros que no siendo cusqueños han persistido y han hecho más por el Cusco, han conservado más nuestras propias costumbres -y  no me refiero solamente a nuestro patrimonio monumental-, que lo que habrían hecho varios cusqueños. En eso soy bastante más crítico de nosotros  los cusqueños, porque  llegó un momento, en que algún orden de las cosas se rompió y los cusqueños nos convertimos fanáticamente en anti cusqueños…

 

P.M.¿Podrías poner un ejemplo?

 

S.F. Si, edificaciones que todos sabemos que han sido de muy mal gusto, pero que en nombre de a dar más trabajo y conseguir más dinero se han admitido en el centro del Cusco.  Ha tenido que venir gente tildada en un momento de radical y despreciada como Daniel Estrada (a quien creo que le debemos muchísimo,  por haber recuperado nuestra legitimidad como cusqueños), para darnos cuenta que nuestra ciudad estaba creciendo solamente por un ánimo de lucro y al margen de su historia.  Y de esos hay muchos ejemplos, sin embargo encontramos otros empresarios foráneos que han hecho, te voy a poner un ejemplo, El Monasterio. Recuerdo haberlo   visitado cuando estaba la sede de reuniones juveniles propiciadas por los padres jesuitas, luego los boy scouts, y  era un conjunto de casi ruinas y mira lo que es ahora.  Más bien nosotros, los cusqueños, nos hemos opuesto a que hagan ese tipo de emprendimientos, y por el contrario hemos edificado las galerías turísticas en la Avenida El Sol,  el correo del Cusco, hemos llenado la plaza abajo del Koricancha de casitas, casotas  y tienditas y podría seguir…

 

P.M. Lo cierto es que no teníamos ni el expertise,  ni el conocimiento,  ni la creatividad para poner a andar una empresa que requería de mucho conocimiento extra regional, no lo teníamos….

 

S.F. Pero tampoco tuvimos cariño

 

P.M. Y tampoco tuvimos cariño, es verdad; pero al hacerte la pregunta me refería a que Cusco no necesariamente fue una tierra de empresarios.

 

S.F. Nunca lo fue, salvo que extendamos el concepto empresarios a los terratenientes, a los agricultores, a los medianos terratenientes…

 

P.M. No, yo creo que no podemos compararlos…

 

S.F. Entonces si no lo son, no ha habido muchos empresarios.  Pero empresario también es el que vive por el afán de lucro y tiene un sentido de la acumulación de la riqueza, y eso es absolutamente legítimo. Pero en el Cusco es especialmente importante tener una responsabilidad  sobre su entorno, su cultura, las vías maestras del lugar donde se ubica y no solamente obtener ganancias y ya está.

 

Los que están en el Cusco y hacen empresa y arriesgan y tienen problemas y crean empleo, pagan sus impuestos, yo creo que todos ellos hoy en día son mucho más admirables de lo que en general se pudiera pensar, porque es gente que sabe aprovechar el momento, lo hace bien, ha asumido  que no tiene que hacerlo de una manera avasalladora con relación a nuestra cultura y ceo que lo hacen con criterios bastante más conservadores  de lo que haría ese mismo empresario en otro entorno geográfico u otro entorno social.

 

No me refiero por cierto a algunos hoteleros y constructores de Urubamba, a los que les interesa siete pepinos el entorno y todo lo demás,  pero la generalidad de empresarios en el Cusco los veo con grandes atributos, con grandes preocupaciones.

 

P.M.¿Qué les falta?

 

 S.F. Les falta el gremialismo que  permita ser la amalgama social que necesita el Cusco para apuntar hacia un norte común.

 

P.M. Los que podríamos llamar  “barones del turismo”, ¿podrán cohesionarse en una clase  social  que aglutine esfuerzos y apueste por el desarrollo?

 

S.F. Bueno esa es una pregunta que habría que hacerse con relación a cualquier otro rubro. Pero  creo, que a diferencia de lo que pueda estar ocurriendo con cualquier otra ciudad del Perú, el Cusco todavía tiene varios retos que cumplir y uno de esos retos es, en efecto, sustituir  a los políticos; los políticos cusqueños son  cada vez peores.

 

P.M. Son un lastre…

 

S.F. Cierto, y eso en todo el Perú. Pero  el Cusco es  el que más me duele en esa materia, porque sus políticos generan políticas equivocadas, políticas confrontacionales sin ningún sentido, van convirtiendo estandartes, peleas absurdas Majes – Siguas, por ejemplo, que son una pérdida de tiempo, más bien pequeñeces de las que se ha alimentado la clase política cusqueña desde hace 30 ó 40 años. Y que infortunadamente no ha seguido ningún lineamiento y hoy día son los que dirigen los destinos políticos del Cusco, si esos empresarios no logran tener una agenda política, no vamos a poder zafarnos de ellos, de lo contrario  el Cusco va a seguir como el Perú, cuesta abajo.

 

P.M.¿Educación? ¿Foros? Qué deberíamos hacer?

 

S.F.¡Revolución!

 

P.M.¿Cómo? ¿De qué tipo?

 

S.F. Una revolución cultural, no la Maoísta por supuesto. Yo creo que en la medida en que la educación cambie, también podemos cambiar en muchos aspectos. Es cierto que en general la educación formal peruana es un desastre, pero hay regiones como Moquegua por ejemplo, que a pesar de todo, tienen largamente mejores índices que los del resto del país.  No entiendo por qué en el Cusco no podría hacerse  algo así, y me refiero otra vez a la ciudad del Cusco, recuperar la prestancia del Colegio Nacional de Ciencias por ejemplo. Es decir, no todo depende del Estado, no todo depende del Ministro,  también depende del esfuerzo local ¿no es cierto?

 

P.M. Es verdad… ¿qué pasa con los cusqueños, no estamos viendo las oportunidades?

 

S.F. No nunca las hemos visto.

 

P.M. Si uno dimensiona  la cantidad de sábanas que se lavan a diario en los hoteles de Cusco, ¿cómo es posible que nadie produzca detergente?

 

S.F. Eso es clarísimo ¿no? Siempre ha sido así.

 

P.M. Cusco tuvo una época en la  que sí se  producía y  se abastecía al mercado local, tal vez  no se exportaba (aunque en el caso del té si se exportaba), pero la mayoría producía  para cubrir un mercado local. No te faltaban ni verduras, ni  hortalizas, ni ropa, porque comprabas tela y te la mandabas hacer ¿no necesitamos que el Estado comience a regular algunos aspectos? ¿Todo hay que  dejárselo al empresariado y al mercado? El mercado no lo soluciona todo…

 

S.F. Lo poco que pueda  solucionar  el mercado, lo termina de arruinar el Estado peruano.  En general, yo soy un anti Estado.

 

P.M. Anti Estado peruano, será…

 

S.F. Anti Estado peruano, pero además soy un liberal convicto, ideológico y por lo tanto no creo que la intervención del Estado sirva para nada y en el caso del Cusco está absolutamente demostrado que la intervención del Estado ha logrado meternos en este letargo del cual no salimos desde hace más de 40 años. También es cierto que el empresario cusqueño o los empresarios, los capitalistas en el Cusco,  podrían perfectamente apostar a mediano plazo a desarrollar mecanismos con los cuales se pueda producir, en los diversos pisos ecológicos, las cosas que hoy día tienen que importar. Y volviendo al Plan COPESCO,  cuando se planeaba una carretera para que uno pudiera ver las ruinas de Pikillacta o las que fuera, yo no creo que se la pensara únicamente como una carretera turística, sino como una carretera que además sirviera para integrar dos, tres comunidades o lo que fuera, para acercar mercado, la tecnología, etc. Recordemos también que la línea ferroviaria ha sido una línea fundamental para el Cusco, hasta que fue expropiada y dejo de ser un servicio eficiente y nos hemos quedado  sin eso.

 

P.M.  ¿Cómo ves el aspecto social y económico peruano?

 

S.F. Estamos en un momento en el que hay muchas dudas acerca de la economía, la falta de seguridad en nuestros dirigentes hace que la economía también se contagie, el empresariado peruano se guía mucho más por percepciones que por indicadores, e intuye que en el Perú algo está empezando a enfriarse. Eso hace que sea mucho más cauteloso, mucho más conservador. En los últimos seis meses varios factores de la economía están empezando a tener un comportamiento un poco más lento.

 

P.M.¿Cuáles por ejemplo?

 

S.F. Claramente el sector Inmobiliario, las ventas no son las mismas; el sector financiero está siendo mucho más cauto. La inversión en la industria manufacturera es menor, hay algunos sub sectores, el textil por ejemplo, donde los indicadores son poco entusiasmantes.  La agro-exportación ya no sigue tan viento en popa como se pensaba, el año pasado la balanza comercial por primera vez en su vida ha sido deficitaria, entonces no es que estemos mal,  sino que ya no estamos tan bien como estábamos.  Eso se traduce en una mayor conflictividad, en una administración pública que no sabe qué hacer,  en autoridades que terminan por  entorpecer la economía. Hoy día creo que el principal obstáculo en la generación de riqueza y desarrollo es el Estado,  su organización. Hay que afinar el proceso de regionalización, de tal manera que le quitemos el 90% de lo que tiene hoy día, porque es absolutamente pernicioso,  inservible y profundamente gastador y dispendiador. Al final,  los recursos tributarios no alcanzan, porque es como darle más droga a un drogadicto, su necesidad es  cada vez mayor y  los recursos tributarios son malgastados.  Eso es lo que está pasando con la regionalización, ya al margen  del gobierno de Ancash y  estas mafias que ya de por sí te demuestra hasta qué punto tenemos  un país sin estructura fuerte, sin institucionalidad que genera bolsones de poder negro y que finalmente terminarán por acabar con el Estado peruano, con la organización política del Perú y eso hay que evitarlo.

 

P.M.¿Y las municipalidades?

 

S.F. También debería debatirse si  seguimos con una organización municipal que no tiene ningún sentido.  Lima, por ejemplo, son 48 ciudades, cada uno con su alcalde, eso no tiene lógica. Existe el alcalde de Madrid, existe el alcalde de Nueva York, existe el alcalde de París, existe el alcalde de Buenos Aires o por lo menos de la ciudad capital de Buenos Aires. En Lima en cambio, al margen de la eficacia de la señora Villarán, el hecho es que, son más importantes los alcaldes feudalmente vistos. Yo creo que una ciudad con más de cien mil habitantes, no debería tener alcaldes distritales. Deberíamos acabar con este sistema.

 

P.M. Y lo que tenemos son  micro poderes, que micro gobiernan.

 

S.F. Exactamente, y es una micro eficacia del Estado, de su organización  y en cambio es una macro cefalea en materia de gasto, porque cada municipalidad, como hemos visto, tiene que tener su flota, su local, su alcalde, sus regidores, su contador, abogado, líneas telefónicas, papeles etc.

 

P.M. Y cada año el  Congreso crea un nuevo Distrito…

 

S.F. Seguimos viviendo con la lógica política de 1900,  en eso no hemos cambiado un ápice. Pero los políticos, antes, eran mucho más inteligentes y cultos, los de hoy no, en algunos casos no tienen ni secundaria completa, pero hacen lo mismo: atomizan el poder.

 

P.M. Estás proponiendo una gran reforma del Estado

 

S.F.  Sí, claro.

 

P.M. No del manejo burocrático, sino de la macro estructura del Estado…

 

S.F. Sin duda es un problema de eficacia. En este momento, el gobierno peruano tiene tres niveles, el gobierno nacional, el gobierno regional y el gobierno local, los tres son absolutamente ineficaces porque los tres se entrecruzan. Entonces, en materia educativa, el gobierno nacional planea algo, pero cada región puede obedecerle o no, porque resulta que los recursos, la planilla y la organización de la infraestructura educativa está a cargo del gobierno regional.

 

P.M. Y por otro lado estas leyes tienen candados que se han ido violando más y más, o porque eran increíblemente ineficientes o porque simplemente se quería hacer tabla rasa del presupuesto.

 

S.F. Así es, y sin embrago donde sí debería haber Estado, donde sí debería haber regulación no la hay. La minería ilegal es el mejor ejemplo. Si bien es imposible que yo pueda levantar medio metro el muro de mi casa sin pedir licencias, permisos parámetros urbanísticos, etc. , los mineros pueden explotar cien hectáreas de zonas aledañas a una reserva porque no hay autoridad que me diga que tengo que cumplir con tal, o cual  permiso. Tenemos una economía con el 63% de informalidad ¿de qué estamos hablando? Estamos hablando de un país que en 30 o 40 años más será inexistente como Estado, como nación y será un conjunto de microempresarios informales. Y si añadimos el narcotráfico, tienen que ser ingenuos los que  creen que se podría municipalizar, cuando sabemos que en México eso ya ocurrió y es lo que produjo el crecimiento exponencial del narcotráfico. ¿Por qué? Porque habían policías municipales  controlados por el narcotráfico y en consecuencia esos eran territorios liberados para la producción y comercialización ¿entonces hacia dónde vamos caminando? ¿Vamos camino hacia un mejor país? No creo, porque tenemos un estado triplemente calamitoso.

 

P.M. Tu visión es bastante pesimista.

 

S.F. Es muy pesimista. Más allá de lo que podría ocurrir con otros países  creo   este año se va a tener que hilar muy fino desde el lado de las políticas económicas en el Perú, para mantener un ritmo como el que hemos venido teniendo en los últimos veinte años. No le desearía al presidente Humala que sea el presidente que paró el crecimiento económico del Perú,  pues  eso si sería fatal. Tienen que tomar medidas urgentes.

 

P.M. ¿Qué le sugerirías si fueras su consejero?

 

S.F. Tiene que empezar a medir la eficacia del gasto estatal. Las reformas que se hacen en el sector Educación, la ley  servir, etc. pueden ser muy útiles, pero eso tiene que ponerse a la práctica y cuanto antes se haga mejor. No sé si los frutos van a ayudar a detener el deterioro creciente  de la eficacia del Estado. Por ejemplo,  si no se  toman decisiones muy radicales en el Poder Judicial, el Perú va a seguir siendo una zona controversial en materia de resolución de conflictos, y  para eso se requiere que haya un consenso político que no estoy seguro que este gobierno sea capaz de granjearse, pero debería intentarlo. El poder judicial  hay que cerrarlo y crear uno nuevo, es decir dejar que  muera con las causas que hay hasta hoy día, y fundar uno nuevo, paralelo.

 

P.M. ¿Tú crees que eso sea posible?

 

S.F. Todo eso fue posible y eso ha sido posible y siempre puede ser posible, si es que medimos con el termómetro adecuado los síntomas de la enfermedad que nos aqueja.

 

P.M.  O sea no estarías muy lejos del pensamiento de De Soto.

 

S.F.  No, no estoy muy seguro de cuál sea el pensamiento de De Soto

 

P.M. Cambiar radicalmente  la forma de llevar la justicia en nuestro país.

 

S.F. Pero sustituyéndola por algo, o sea tampoco soy un velasquista ¿no?  Porque Velasco hizo eso, acabó con muchas cosas y no las sustituyó con nada, o el sustituto fue peor.

 

P.M. ¿Cuál es el talón de Aquiles de la justicia peruana?

 

S.F. La corrupción. Pero en realidad lo que hay que preguntarse es  por qué existe corrupción. Y existe corrupción por falta de institucionalidad del Estado, pero esto no solo ocurre con el Poder Judicial. El Perú está cada vez más en manos de los abogados y eso es un error, es grave; las leyes se hacen con un propósito casi  misterioso, enredado y tratando de disimular los intereses que esa ley en la realidad está defendiendo, y ese es un problema del Congreso.

 

Cuando sale o no sale una ley  o cuando una ley es modificada en el Congreso siempre hay que preguntarse  ¿Where’s the beef?, por qué se ha hecho y en favor de quién. Esto es extremadamente común y muchos de los congresistas ni siquiera se dan cuenta de que esto y se prestan al  juego, aunque muchos de ellos sean decentes.

 

Por ejemplo, la creación y la promulgación de decretos legislativos: la famosa  ONAGI (Oficina Nacional de Gobierno Interior) a todo el mundo le dio la impresión de que era de lo más intrascendente,  pero cuando empiezan a revisar, se dan cuenta de que eso era un operativo casi fascista para organizar a las huestes.  Goebbels no se hubiera imaginado un mundo como el de la ONAGI, haciéndose de los premios para distribuirlos entre los gobernadores y estos  cumpliendo labores  proselitistas. De esas desventuras que la historia de la humanidad ha padecido, ahora el Perú se ha convertido en un laboratorio nuevo. Y eso es fatal, pero claro ¿dónde podría estar la causa? La causa podría estar, desde mi punto de vista, en el voto obligatorio.

 

P.M. Desde tu especialidad, que es la tributación, has sido cabeza de la SUNAT, el sentimiento del ciudadano de a pie es ¿para qué pago mis impuestos?

 

S.F.  Eso es lo peor de todo, porque la tributación es lo que hace que un individuo se convierta en ciudadano, ¿por qué? Porque a la hora en que el individuo cumple con pagar los impuestos, cumple con la tributación, asume que está cumpliendo con un deber y en ese mismo instante puede exigir sus derechos correspondientes. Nadie podría exigir sin cumplir con sus deberes, y a la inversa. Entonces la tributación juega en la funcionalidad social. Es esencial que haya tributación. En la medida en que cumplo mi deber de pagar  tributos, es que exijo mi derecho a transitar por una autopista cubierta por el Estado o un sistema de salud, un sistema de policía. Pero nosotros pagamos impuestos suecos y recibimos servicios haitianos. Eso es lo que disuade  y da una “coartada moral” para no pagar impuestos y volverse informal. Entonces, al final, esto se va convirtiendo en una mazamorra de excusas para no ser partícipe del Estado, para no hacer sociedad, para no tener un sentido histórico de la sociedad.

 

P.M. ¿Cómo podríamos aprovechar mejor Camisea en el Cusco?

 

S.F. Es una curiosidad de la naturaleza que  Camisea esté en el Cusco, no tiene ninguna  conexión con él y no hay ninguna razón para que esté allí.

 

P.M.  Pero hay plata que proviene del canon que es administrada por las autoridades cusqueñas…

 

S.F. Claro, pero por una razón puramente estatal. Digamos que si no hubiera canon, el Cusco no se beneficiaría un milímetro del tema, más se beneficiaría Ucayali o las zonas del entorno que podrían fundar fábricas, qué se yo; pero ya que está ahí y como lamentablemente la organización legal está hecha para que los recursos de propiedad del Estado provenientes de Camisea los administre el gobierno nacional, el gobierno local y el gobierno regional, volvemos a lo mismo: tres estamentos que no saben ni donde están parados en esa materia.

 

P.M.  Entonces ¿mejores autoridades?

 

 S.F. Si, sería un  buen principio, pero un diferente Estado sería mejor.

 

P.M. Para terminar con la nota de añoranza que siempre nos caracteriza a los cusqueños  ¿cuál es el tu ritual, aquel que nunca dejas de hacer cuando llegas al Cusco?

 

S.F. Ir a la Plaza de Armas y sentarme frente a la Catedral, si es de día mejor. Cuando  recuerdo el Cusco,  recuerdo su luminosidad,  su luz, nunca encontraré, no existe lugar en el mundo, desde mi punto de vista, que tenga esa luz y la Plaza, la Catedral, el entorno de la Plaza de Armas, para mí  son el teatro  perfecto para eso,  y quizá después, ¡una salteña!

 

P.M. ¿Piensas volver a vivir al Cusco alguna vez?

 

S.F. Todos los días, me levanto pensando que ya me voy a ir al Cusco. Pero no sé cuándo…

 

P.M.  Es decir,  está en tus planes…

 

S.F. Si claro, pero no sé cuándo, no sé cómo, no sé si se podrá… Por lo menos, lo que siempre digo es que cualquier día me voy… Aquí estoy muy bien,  pero el Cusco es el Cusco y sueño siempre con él, y desde que me vine acá, ya hace muchos años, no ha habido día en que no piense en el Cusco.

 

 

 

 

*Las fotografías en blanco y negro, fueron tomadas del libro: Historia Social del Cuzco Republicano,  José Tamayo Herrera, 1978,

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