UrielGarcia01Entrevista al Dr. Uriel García Cáceres

Realizada en el año 2009, esta conversación con el Dr. Uriel García es de gran actualidad, no sólo para los cusqueños sino también para los latinoamericanos en general. La pandemia nos ha desnudado en muchos aspectos, pero en particular respecto a la salud y sus condiciones, y a la política.

Precisamente dentro de este marco es que adquiere suma relevancia la reciente conducta del doctor García. Justo cuando está por  cumplir hermosos 100 años de una vida entregada a trabajar por el Perú, Uriel García nos da una lección moral y política en este problemático 2022, renunciando a la condecoración que pretendía darle Maricarmen Alva, la Presidenta del Congreso más desprestigiado imaginable, que además ella misma es la viva imagen del autoritarismo y el racismo. El Dr. Uriel García, siendo su correligionario, no aceptó dicho homenaje, en una demostración de conducta honorable y digna de ser emulada por todos y cada uno.

 

Por: Patricia Marín

La salud no quiere decir necesariamente médico, ni necesariamente medicina, ni necesariamente sala de operaciones. ¡No!

 

¿No le parece que hablar de salud, es también hablar de la economía del país?

Indudablemente, los buenos sanitaristas, aseguran que la salud comienza con la economía del país, se debe tener en cuenta que la justicia social es el factor más importante para otorgar salud a la población, y que la injusticia social es la etiología de la pobreza y la causa de muchas enfermedades.

 

¿En ese sentido, que podríamos decir entonces de la salud de los habitantes el sur andino que viven en pobreza extrema?

Para muestra un botón: un estudio en unas 170 mujeres de las provincias altas de Cusco sexualmente activas, entre 17 y 70 años, todas ellas de extrema pobreza, todas ellas dentro de lo que conocemos como "indias" desde los tiempos del coloniaje, tienen el índice más alto de positividad de células malignas o premalignas de cáncer de cuello uterino. El índice de ese mismo tipo de células en esta clínica limeña donde yo trabajo (la Javier Prado), a donde vienen gente de un nivel socioeconómico mucho más alto que el de las “indias” cusqueñas, es bajísimo. No hay otra explicación para este fenómeno que la pobreza y la injusticia social. Estos factores son indudablemente la etiología de que la mortalidad por cáncer de cuello uterino en las mujeres andinas de ese nivel socioeconómico.

 

¿Por qué?

Porque teniendo un hogar establecido, una educación adecuada, un salario digno, una casa habitación también digna de seres humanos, y todo el cortejo que eso trae, no habría promiscuidad sexual desde muy temprana edad, que es la causa del contagio con el papiloma virus humano (PVH). Pero según los “médicalistas” -los que piensan que todo se soluciona con remedios-, la solución al problema es una vacuna: se las ponen y vamos a creer que sea un éxito

¿Pero acaso se acuerdan de que ellas viven en condiciones infrahumanas?

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Y si usted me pregunta qué se debe hacer, yo le digo que lo primero que se debe hacer es buscar justicia social. Por si acaso no soy comunista, ni socialista, pero veo que hay que buscar un modelo distinto a la economía de libre mercado que nos está llevando a un empobrecimiento terrible.

Le pongo otro ejemplo que es dramático y que lo sufrimos en Cusco, Acomayo, Chumbivilcas, en todas las provincias altas, en Puno, en toda la llamada “mancha india”, que es la tuberculosis. La Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial, en lugar de denunciar y decir esta gente no puede vivir así, hay que distribuir la riqueza de manera más justa, porque ésa va a ser la cura para la tuberculosis, ¿qué hacen? Han descubierto una manera (muy ingeniosa, es verdad) de detectar a los enfermos que tienen tuberculosis y están contagiando a otras personas a través de la conversación: a un tosedor de más de dos semanas, le dan una copita de plástico vacía y le dicen “escupe y me traes el esputo al centro de salud”. Y con un análisis simplísimo y muy barato de realizar, detectan los bacilos. Luego captan a ése paciente, le dan su pasaje para ir de su sitio al centro de salud, allí le dan desayuno y unas pastillas. A los seis meses, ya no está tuberculoso.

La Organización Mundial de Salud, ha premiado al gobierno peruano por poseer el mejor programa de lucha contra la tuberculosis del mundo, todos los peruanos sentirnos orgullosos. Pero hay un pequeño detalle, el Perú es líder en incidencia en mortalidad por tuberculosis en los últimos diez años

Entonces ¿para qué ha servido ese programa?

Y es que la tuberculosis social, comunitaria, no se cura con pastillas. Se cura con justicia social, otra vez, con buen salario, con buena habitación, con buena alimentación, con buena educación, con eso se cura. Y la prueba de lo que le estoy diciendo es que en los llamados países desarrollados la tuberculosis bajó dramáticamente cuando los obreros consiguieron mejores salarios, antes de que se inventaran los antibióticos. Los antibióticos comienzan a aparecer en la década del cincuenta, para entonces, prácticamente los sanatorios antituberculosos habían desaparecido ¿por qué? Porque la justicia social había llegado por fin a esos países.

¿Eso significa que en el Cusco estamos aún en el siglo XVIII en ese aspecto?

¡Claro que sí! Yo tengo en mi biblioteca libros históricos sobre la tuberculosis en Francia del siglo XVIII, y era exactamente igual, porque la pobreza extrema y la tuberculosis van del brazo.

 

¿Qué debería hacer el Ministerio de Salud en el Cusco, o qué debería hacer el gobierno?

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Tenemos que buscar un nuevo modelo de distribución de ingresos. ¿Cómo es posible que los países desarrollados como Holanda o Estados Unidos subsidien los productos de los agricultores? Pero aquí ¿cómo es posible que en los supermercados Wong usted encuentre un kilo de papas por noventa céntimos?

Desde principios de los cuarenta, en que aparecen la sectorización y el Ministerio de Salud, tiene que ver con curar enfermedades y construir hospitales. Pero al inicio no fue así, los primeros 20 años de su vida, hasta 1960 más o menos, estaba dedicado a planificar y desarrollar en algo la prevención de epidemias, que afectan precisamente a las clases más pobres: el paludismo, la propia tuberculosis. Ahora, en cambio, el Ministerio de salud en un administrador de hospitales. No se entiende que la salud no es solo ausencia de enfermedades, sino, tal como dice el artículo 25 de la Carta de las Naciones Unidas, la salud es integral: derecho a un salario, derecho a una jubilación, derecho a una casa decente, derecho a una educación. Eso es salud. Y la Organización Mundial de la Salud dice lo mismo. Sin embargo, se olvidan.

En este país ocurre que los niños de Sicuani, por ejemplo, de Quillabamba, de cualquier provincia del Cusco, ya no se mueren de diarreas ni de sarampión, ya no hay polio, la viruela es una cosa histórica, en fin ya no se mueren de esas enfermedades. Pero el número de bocas en las casas y en las familias pobres ha aumentado, y por consiguiente la pobreza ha aumentado. Paradoja que la Organización Mundial de la Salud calla, sobre la que no dice nada.

Uno se pregunta ¿por qué los países más pobres del mundo están creciendo de ésa manera? Porque los medicalistas, la medicalización, el cientificismo de enfermedades epidémicas, están haciendo que esa pobreza aumente. Por tanto la gente pobre solo cambia de enfermedad. Los sobrevivientes de las enfermedades vencidas, están pasando a obtener, por su propia pobreza de medios: diabetes, cáncer, leucemia, y no puede haber desgracia más grande que una mujer pobre tenga diabetes o un cáncer de mama; o un hombre de cuarentitantos años, con un cáncer de próstata, un pobre, un “indio”.

Y si usted me pregunta qué se debe hacer, yo le digo que lo primero que se debe hacer es buscar justicia social. Por si acaso no soy comunista, ni socialista, pero veo que hay que buscar un modelo distinto a la economía de libre mercado que nos está llevando a un empobrecimiento terrible. De adolescente, mi hermana mayor barría, para facilitarse la tarea, y sin que mi mamá la viera, debajo de la alfombra. Así, dicen que en el Perú la pobreza está disminuyendo porque escondemos los datos reales.

Tenemos que buscar un nuevo modelo de distribución de ingresos. ¿Cómo es posible que los países desarrollados, Holanda, Estados Unidos, subsidien los productos de los agricultores? Pero aquí ¿cómo es posible que en los supermercados Wong usted encuentre un kilo de papas por noventa céntimos? Eso le demuestra una injusticia social terrible, pues los que vamos a Wong estamos siendo subsidiados por los más pobres. No puede ser que yo pare en un semáforo y un vendedor ambulante me alcance diez plátanos por cinco soles, es decir, alguien en este país está loco o es el modelo el que está mal. El kilo de papas debe costar en Wong por lo menos tres soles y ese dinero debe ir a parar directamente a los bolsillos de los campesinos del mundo andino, pero seguramente si esto sucede, el presidente de la República del Perú cae al día siguiente, porque la gente con poder de coerción, que son las clases medias, van a protestar, pero Es necesario cambiar el concepto de redistribución de la riqueza.

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Los buenos sanitaristas, aseguran que la salud comienza con la economía del país

¿Cómo es posible que en el siglo XXI, en la mayoría de zonas rurales del sur andino no haya adecuadas condiciones sanitarias? ¿Eso no es también salud?

Así es. Debiera haber una manera de estimular la conciencia de que este tipo de políticas son indispensables: electricidad, caminos. Se requieren 200 litros de agua potable por habitante, eso manda la Organización mundial de la salud, que dicho sea de paso, en Lima hay una agencia para toda la región de las Américas, que es el Instituto Interamericano del Agua, y allí están los mejores expertos del mundo, y parece una paradoja ¿cómo es posible que no tengamos un sistema coherente de alcantarillado? ¿Cómo es posible que nuestros ríos estén convertidos en albañales?

¿Tenemos tres instancias gubernamentales nacional, regional y local, qué están haciendo mal estas instancias?

Lo que deberían hacer los gobiernos es empaparse bien de lo que es la salud. La salud no quiere decir necesariamente médico, ni necesariamente medicina, ni necesariamente sala de operaciones. ¡No!

En el año 1968, estaba yo de profesor visitante en la Universidad de John Hopkins de Baltimore, Estados Unidos, y allí tropecé con un hombre extraordinario, que acababa de regresar del Perú, el profesor John Hall, que había hecho el estudio más completo sobre la salud en el Perú, y me dijo: “Están construyendo hospitales, han comenzado al revés”. Y recuerdo que, entusiasmado, le referí al Presidente este punto de vista pero él comenzó a mirar el techo. ¡Claro! Las innovaciones no estaban en su programa, a él le convenía inaugurar cosas.

Cuando en el año 80 me hice cargo del Ministerio de Salud, el Gobierno Militar había dejado casi terminado un enorme hospital en Chimbote. Chimbote todavía no era lo que es hoy; ése hospital estaba en pleno desierto al Sur de la ciudad, y se construyó con un préstamo del gobierno alemán. Cuando fui allí, había un funcionario alemán, que pensaba exactamente igual que yo y me dijo: “Mire usted semejante disparate, en medio del desierto, en una ciudad que es casi una barriada, un hospital planeado para Alemania”. Lo que hacia falta es la dotación de agua potable y desagüe para esa importante ciudad.

¿Qué se necesitaría para iniciar una campaña de salud casa por casa, sería eso posible en la actualidad?

Le quiero decir una cosa, hace años y con gran entusiasmo, me enteré que en el Cusco se fundaba una Facultad de Medicina para formar médicos para esos fines. Yo fui a dictar cursos de mi especialidad gratuitamente, porque estaba realmente emocionado con la idea. El gobierno alemán estaba entusiasmado con la posibilidad de que en esa Facultad se formaran médicos que fueran a la zona rural del Cusco, a sus comunidades. ¡Ah, era un sueño, era algo sensacional! ¿Qué pasó? La nueva Facultad usó el Hospital Regional como su hospital de prácticas, se encontró con los especialistas -Cardiología, Gastroenterología, Cirugía- y se convirtió en una escuela de medicina como las demás. El resultado: los nuevos especialistas cusqueños trabajando en los hospitales y, peor aún, yéndose a trabajar en los hospitales limeños.

¿Qué opina sobre la posibilidad del seguro universal?

Puede ser que esté equivocado, pero a mí me da la impresión de que lo que están haciendo en el Congreso es decir: ¿y a estos pobre indiecitos cómo los entretenemos?, y que su finalidad verdadera es dar trabajo a tantos médicos, pues el Perú está formando más médicos por habitantes que Alemania y Estados Unidos. Fíjese, nosotros somos 28 millones de habitantes y en este momento tenemos cerca de cincuenta mil médicos que se van a graduar. El ideal era tener un médico por cada mil o mil doscientos habitantes, pero ya nosotros sobrepasamos eso. El Perú tiene ahora el mayor número de Facultades de Medicina. Está claro que la verdadera finalidad es dar trabajo a los médicos, y poner seguro a todo el mundo para que vayan a medicarse.

Y por otro lado, para la gente de otros niveles se está creando una industria de aseguramiento de las compañías privadas que es el escándalo más grande que puede ocurrir.

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¿Qué pasó? La nueva facultad de Medicina del Cusco, se encontró con los especialistas —Cardiología, Gastroenterología, Cirugía— y se convirtió en una escuela de medicina como las demás. El resultado: los nuevos especialistas cusqueños trabajando en los hospitales y, peor aún, yéndose a trabajar a los hospitales limeños

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¿Cómo puede haber una compañía de seguros de salud que su propaganda diga: asegúrese aquí y nosotros, cuando se enferme, le enviamos de inmediato un médico a domicilio?

Cuando alguien llama a un médico de su seguro y le dice que tiene un dolor en el pecho, el médico en lugar de decirle, “Como usted está asegurado, hay que observarlo, a lo mejor tiene una coronopatía y hay que hacer todo un programa que termine con una cateterización, porque ese que es su derecho de asegurado”. Pero como va en contra de la economía de la compañía de seguros, el médico se limita a darle un analgésico, ¡qué maravilla!

Aquí lo que se necesita es socialización de la atención médica, de tal manera que el pobre, el rico y el más pobre reciban la misma atención. Esta clínica (Clínica Javier Prado) se convertiría en un pequeño hospital que reciba a todo tipo de gente. El lustrador de zapatos y el ejecutivo tienen el mismo derecho.

Pero para eso ¿no se requeriría una varita mágica, cómo podría ser posible?

Bueno pues, hay que fijarse en el modelo canadiense. Y en los países escandinavos, la familia real se atiende en los mismos lugares que el chofer de taxi. Desde hace algunos años, muy a mi gusto, soy miembro de la Comisión de Defensa del Consumidor del Indecopi, en donde vemos casos increíbles sobre los seguros de salud, la manera como maltratan a sus propios clientes. Felizmente se está creando una conciencia entre los usuarios que cada vez más van a denunciar los malos tratos.

¿Qué debería hacer la Universidad San Antonio Abad del Cusco para reencaminar ésa facultad de Medicina?

Debería fundarse en esa facultad un Instituto de Medicina Social, que es aquella en la que se enseña al médico a ser el abogado de los pobres; en la que se enseña que la enfermedad ataca con particular virulencia a los pobres. ¿Por qué? Porque el pobre está disminuido en todos sus niveles. Por eso, junto con una medicación que pudiese salvarle la vida en condiciones de emergencia, el médico tiene que tener conciencia de que la solución real es la justicia social, y tiene que luchar por obtenerla. Rudolf Virchow, fue el fundador de la medicina moderna, y ese mismo hombre y no otro, es el padre de la medicina social.

Virchow fue comisionado por el rey de Prusia, a estudiar una epidemia que estaba azotando a una comunidad de obreros textiles por la década del 40 en el siglo XIX. Fue a la comunidad, hizo un censo de población y vivienda, examinó a todo el mundo, hizo autopsias, análisis y dijo como conclusión: la causa de la epidemia es la pobreza, y esa pobreza es debida a la tiranía del rey de Prusia: “Usted, señor, es el culpable de todo lo que pasa acá, porque esta gente necesita jabón, salario, vivienda”.

Su trabajo es la biblia de la medicina social. Desde entonces en todas las facultades de medicina del mundo hay cátedras de medicina social. En Lima hubo una, pero ahora sólo queda el edificio, en el Jardín Botánico de la Avenida Grau. A propósito, el profesor Eisenberg de la Facultad de Medicina de Harvard, publicó hace algunos años un trabajo que tiene un título muy significativo Rudolf Viorchow ¿dónde estás ahora que te necesitamos tanto? Ahí hace una comparación de cómo era la salud pública en su tiempo y cómo está ahora.

En el Perú hubo un polaco que llegó acá con la misma idea, Maxim Kucinsky Godard (el padre del ex ministro de Economía), que fue un hombre de una personalidad extraordinaria, autor de un estudio de la salud pública en la selva media del Perú, en los años cuarenta. Un día, Pedro Pablo, que en ése entonces era Ministro de Economía, me invitó a presentar el libro su padre. Al final de mi intervención, dije: “Para terminar, quiero parafrasear al profesor de medicina social de Harvard, Eisenberg, quien hace poco publicó un elogioso recuerdo a Rodolfo Virchow y decir: ‘Maxim Kucinsky Godard, ¿dónde estás ahora que te necesitamos tanto y que tu hijo es el dueño de la economía de este país’?”