Un nuevo libro de Arely Araoz Villasante

Fantástico Machu Picchu, reciente publicación de la periodista Arely Aráoz Villasante, es un conjunto de relatos referentes al gran monumento inca.

En ellos convergen su viva imaginación, su lectura voraz de textos de historia y especialmente su profundo amor por los valores del Cusco.  El lector se acercará a un Machu Picchu  fruto de las leyendas  en torno al fogón, y a los recuerdos de infancia de la autora.  El libro va bien acompañado por un acertado prólogo, cuyo autor es Enrique Rosas Paravicino. Aquí lo reproducimos, como una invitación para ingresar al Fantástico Machu Picchu de Arely Aráoz.

 

 

MACHU PICCHU: ENTRE LA IMAGINACION Y LA HISTORIA

 

Por: Enrique Rosas Paravicino

 

En el amanecer de la civilización andina, la piedra fue la primera representación de la divinidad. El hombre encontró en la piedra cualidades insignes que le caldearon la imaginación y le dieron sentido a su jerarquía racional entre las demás especies vivientes.Roca de caverna, granito blanco,  meteoro incrustado, basalto oscuro, sillar de montaña, diorita, caliza, megalito… la piedra fue la primera cuna, y el primer altar de aquel cazador furtivo y además recolector de los Andes, quien acataba así un designio singular cuyas claves aún no las comprendía.Posteriormente surgieron las sociedades con nombres que copiaban la resonancia de la tempestad primitiva: Tiahuanaco, Caral, Chavín, Nazca, Mochica, Paracas, Wari.

 

La piedra fue adoptando en ese transcurso otra función  más acorde con la evolución social y las necesidades por satisfacer: la de ser cimiento, muro, portón, escalinata, templo, plataforma, viga, recinto, umbral, arma y mortero.

 

Tuvo que pasar el tiempo con sus prolongados ciclos de desarrollo humano, para que la piedra adquiriese una prístina tonalidad histórica y luego se convirtiese en el perfil de dos monumentos inkas con prosapia mítica, esto es, las ciudades de Cusco y Machu Picchu.

 

El libro de Arelí Aráoz “Fantástico Machupicchu" es un homenaje a esa piedra histórica y a la memoria de los constructores incas, capaces de plasmar en sus proezas arquitectónicas la comunión del hombre con el universo.

 

Luis E. Valcárcel decía: “¿Por qué no creer que el creador de Machupicchu erigió su magna obra como un conjuro contra lo ignoto de las tierras selváticas, como el rito de una nueva creación que transformaría el caos en cosmos?

 

Se cumplían los postulados del Imago Mundi, de la Montaña Sagrada, puntal del cielo, del centro u omphalos del que parte todo poder creativo. Machupicchu posee pues todos los caracteres del núcleo supremo de todas las hierofanías de la región Tampu”.

 

Hoy, a inicios del nuevo milenio (muchas décadas después de este juicio de Valcárcel), Machu Picchu sigue siendo un foco de enigmas, objeto cardinal de teorías e indagaciones arqueológicas, místicas, ecológicas, antropológicas, históricas y estéticas.

 

A lo largo del siglo XX han corrido ríos de tinta en torno al origen, función, naturaleza, apogeo y decadencia de esta mítica ciudad.

 

Desde Hiram Bhingam hasta John Rowe, desde Uriel García hasta José Tamayo Herrera, desde José Gabriel Cosío hasta Jorge Flores Ochoa, desde Rafael Aguilar hasta Alfredo Valencia Zegarra (por citar a algunos de los “machupicchólogos”), el debate en torno a Machu Picchu ha acatado ese afán de asedio y formulación sobre lo que pudo ser esta ciudad en la compleja estructura política, social y religiosa de los incas.

 

Guardando las debidas distancias y los personales enfoques, el libro de Arelí Aráoz equivale, en cambio, a otro tipo de registro textual donde la imaginación poética cumple un rol definitorio y, en consecuencia, la obra alcanza un vuelo conceptual y estético distinto, como veremos más adelante.

 

En 1943 llega a Cusco el poeta Pablo Neruda quien, al cabo de algunos días de su arribo, se traslada a Machu Picchu, para experimentar in situ la magia inconmensurable de ese parque histórico. Resultado feliz de esta visita, aparece publicado después el gran poema “Alturas de Machu Picchu”, como parte de su libro Canto General, donde el vate chileno, a la par que celebra la grandeza de dicha urbe, se rinde ante la mudez con que los edificios incas guardan el gran enigma de los siglos (Piedra en la piedra, el hombre, dónde estuvo? / Aire en el aire, el hombre, dónde estuvo? / Antigua América novia sumergida / Dadme el silencio, el agua, la esperanza / hablad por mis palabras, mi sangre.)

 

A partir de este poema surgen otros textos poéticos similares, de autores correspondientes a diferentes países, entre los que, por supuesto, el Perú aporta el mayor caudal de voces  celebratorias.

 

Son memorables, dado el caso, los poemas de peruanos como Martín Adán, Alberto Hidalgo, Mario Florián, Andrés Alencastre (en Quechua), y Gustavo Pérez Ocampo, entre otros. Pero, además, la ruta textual abierta por Neruda facilita la llegada de una narrativa de ficción de corte historicista, de las cuales las novelas más destacadas me parecen Viracocha del español Alberto Vásquez-Figueroa y Daimon del argentino Abel Posse (premio Rómulo Gallegos con Los perros del paraíso). Lo que demuestra el gran influjo que tuvo Machu Picchu en los géneros de la poesía y la narrativa a un ámbito internacional. “La imaginación suele ser tan importante como el conocimiento”, acostumbraba decir Einstein, quizás para oxigenarse de la rutina cartesiana, propia de las ciencias exactas.

 

Pues  bien, Machu Picchu es entonces la panacea de algo que está mucho más allá de la industria turística propiciada por el Estado; viene a constituir desde los años de su descubrimiento científico, el vasto y rico universo de motivación de las humanidades y de investigación en las diferentes ramas de las ciencias naturales, además de ser una privilegiada reserva ecológica.

 

En este abanico de opciones se inscribe este libro de Arelí Aráoz, Fantástico Machupicchu, cuya lectura  equivale a una inmersión saludable en el pasado histórico y en el mar de enigmas de la ciudadela inca. Ni novela, ni crónica, ni testimonio, el texto de esta periodista, escritora y educadora es una prosa sostenida y placentera sobre la cultura andina con eje irradiante en “Vitcos”, “Patallaqta”, “Willkallaqta” o “Wiñaymarca”, nombres hipotéticos del antiguo y misterioso Machu Picchu. ¿De dónde le viene a la autora este caudal de saberes y emociones, con natural anclaje en la etnología, la  historia y la tradición oral?

 

Le viene en primer término de su condición de cusqueña, con identidad, raíces, pertenencias y una actitud comprometida con los retos de su tiempo. Luego está su pasión fervorosa por el Cusco, la ciudad ícono, la fuente generadora de sus pasiones y desvelos, en cuya portentosa historia ha moldeado su personalidad y su trayectoria de vida.

 

En suma, le nace de su identificación con la cultura tradicional de los Andes y con los valores y memorias de un pueblo singular, como el quechua, forjado para resistir con tesón a los afanes hegemónicos de Occidente.

 

En ese tenor, Fantástico Machupicchu es esencialmente una visión gozosa de lo que significa dicha ciudad, a través de una serie de mitos, tradiciones, relatos, cuentos y leyendas concebidos en torno de ella.

 

Arelí Aráoz recurre a estas piezas para construir un lienzo coherente y sobrio, con base en la oralidad popular y en la investigación académica, motivada por  una intención que combina eficazmente la elaboración literaria con el rescate de la cosmovisión andina.

 

De allí su lenguaje terso, su composición decorosa, y el vuelo imaginativo libérrimo. Es un libro escrito para el disfrute estético del lector y para afianzar la certeza de que Machu Picchu sigue y seguirá siendo un venero inagotable de creación y de estudio, bien sea hoy o mañana, tal como afirmaba Manuel Chávez Ballón: “…Machupicchu es un lugar ideal para explicar sobre la cultura inca, sobre la organización social, sus instituciones, agricultura, ganadería, artesanía, religión, educación y astronomía, urbanismo, arquitectura, justicia o cualquier otro aspecto que, con conocimientos sobre la cultura inca y un poco de imaginación, puede ubicarse en cada grupo, casa o recinto de Machupicchu, teniendo siempre como referencia al Cusco inca”.

 

En el amanecer de la civilización andina, dijimos, la piedra fue la primera representación de la panoramica presentacion- arely-2divinidad. Hoy esa piedra insigne es la base primordial de un recuento histórico que, escrito con pasión y reverencia, tal cual lo hace Arelí, nos motiva a entender nuestra condición de colectivo nacional, con un lugar y una finalidad en la tierra.

 

De la caverna salimos una mañana muy remota, anduvimos a tientas en la oscuridad de los siglos, la agricultura nos ató al esplendor de las sementeras; otro día alzamos templos, edificios, palacios en una noción original de lo que era civilización.

 

Hoy, gracias a Machu Picchu, P’isaq, Chokekiraw y Saqsaywaman, por nombrar cuatro lugares emblemáticos, volvemos a mirarnos en el espejo del pasado, a reactivar esa memoria llamada de “larga duración”. Volvemos a rozar la dimensión del tiempo sagrado para adquirir esa lucidez que nos ayude a entender los retos del presente y vislumbrar los caminos del futuro.

 

De ahí que entonces Fantástico Machupicchu de Arelí Aráoz, constituye también una invitación a vivir continuamente en plenitud creadora, sabiendo quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, en esta época de grandes cambios científicos, tecnológicos y geopolíticos.

 

Gracias, en suma, a la autora, por compartir con nosotros su inagotable caudal de esperanzas y convicciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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