Martha Vidal Unda
La única jugadora cusqueña que integró la Selección Nacional de Básquetbol.
Entrevista de Patricia Marín
Nacida el 21 Septiembre 1924, con un espíritu indomable, vive Martha, llena de alegría rodeada de sus hijos y nietos y bisnietos. Si bien la familia Vidal Unda es toda una institución cusqueña, Martha le dio al Cusco su pasión por el deporte. Valicha le rinde este homenaje y ofrece su testimonio no solo como un retrato de su época, sino como un ejemplo para la juventud y muchas instituciones.
¿En qué colegio estudió?
Yo estudié la primaria en el colegio Las Mercedes, y la secundaria en el colegio Santa Ana.
¿Qué hacían las jovencitas en el Cusco de su época?
Como en todo tiempo, algunas eran muy aficionadas a las fiestas y las reuniones, ambientes que yo no frecuentaba mucho porque mi afición estaba centrada en los deportes.
¿Y en ésa época, en el Cusco, había donde practicar deportes?
Cuando hay afición una encuentra dónde practicar en cualquier parte. Recuerdo que la única cancha que había, era la que estaba al final de la avenida Pardo y era del Club Alianza, cancha con piso de tierra, y que desgraciadamente tenía un cuidante que quería darse poco trabajo, y cuando sabía que nosotros íbamos a ir, le echaba agua y aquello era todo un barrizal; sin embargo en el barro jugábamos igual. Éramos un grupo muy entusiasta porque en ese entonces el deporte no era auspiciado por ninguna institución, nosotros teníamos que hacernos el uniforme y sacar nuestros permisos.
¿Cuántos años tenía cuando se enamoró del básquet?
Desde siempre creo. Trece o catorce años. En el colegio Santa Ana jugaban las mayores, y yo me ponía siempre cerca de la cancha, y cuando la pelota salía fuera de la cancha y ocurría a cada rato, yo se las alcanzaba, era la alcanzadora oficial (risas)
¿Cuál era la rutina de entrenamiento?
Nos entrenaba un hermano de Aidé Cuadros, un joven abogado que luego fue famoso, llamado Ferdinand Cuadros, pero nos entrenaba de pura afición pues él no era deportista; mejor sería decir que nos disciplinaba. Las que más jugábamos éramos yo y Doris Ballón, que vivía al lado de mi casa. Su mamá no quería que juegue, pero ella escapaba por la ventana, menos mal que en mi casa me daban permiso. Papá y mamá apoyaban la afición.
¿Cómo se vestían para jugar?
Por lo general era falda pantalón hasta la rodilla, y con un plisado adelante. Muy recatadas. Pero,
las del grupo que jugaba conmigo, fuimos de las primeras de usar el calzoncito corto.
Eso debe haber sido todo un acontecimiento
Realmente fue un espectáculo, creo que más iban a mirarnos que a ver el juego.
¿Estamos hablando de 1943, no es verdad?
Efectivamente, porque al Bolivariano, fui cuando ya era basquetbolista, en 1947.
¿Cuáles eran las competencias más esperadas en el Cusco?
Las más esperadas eran las de inter colegios. La Madre Santína era una fanática del deporte, y cuando jugábamos entre colegios iban las directoras y se hacían sus venías respectivas, los partidos más fuertes eran entre Santa Ana y Educandas, pues eran los mejores cuadros. Cuando nosotros hacíamos una canasta, la superiora de Educandas le hacia su venia a la de Santa Ana, y a la inversa.
¿Cuál fue partido que más la hizo disfrutar del basquetbol?
En términos generales fueron los partidos que jugamos en Arequipa. Los arequipeños eran muy entusiastas del básquetbol y apoyaban mucho a sus deportistas. Organizaban con frecuencia un cuadrangular entre Cusco, Arequipa, un equipo de Bolivia, que en este momento no me acuerdo el nombre, y otro equipo de Chile que era el FAMAE, y este último equipo tenía una famosa jugadora que era Natacha Méndez, extraordinaria deportista. A este campeonato me llevaron las del Club Urubamba, como refuerzo, y no entré a jugar en el primer tiempo, pero en el segundo tiempo si participé y me entendía muy bien con una jugadora que se llamaba Doris Ballón. Estábamos perdiendo casi por catorce o quince puntos, y les volteamos el partido, y el tercer tiempo fue enteramente nuestro. Eso me entusiasmó mucho. Pero el momento que más recuerdo en mi vida fue cuando tome el juramento de honor a los equipos del Sudamericano, eso fue el año 1952 en Lima, es tan emocionante cuando la voz sale como un murmullo y dice: sí juro y luego se elevan las notas de nuestro Himno Nacional. Es la cosa más emocionante que me ha tocado vivir, sentí que me elevaba. Todos los partidos de ese campeonato fueron muy emocionantes, teníamos todo el apoyo del público y las cusqueña hicimos un gran papel, lamentablemente no pudimos sacar el campeonato, porque como te repito, tarde se dieron cuenta que yo podía jugar tan bien, no sólo en mi equipo, sino en otros equipos, ahí están los recortes periodísticos, los tengo en mi mesa de noche.
Usted tenía todas las condiciones, el porte, la talla, la inteligencia…
Más que todo, la decisión. Fíjate, cuando yo era deportista, trabajaba en una tienda pequeñita que se llamaba Zapatería Limeña, en la calle Marqués. Tenía el horario de 8 a 12 en la mañana y de 2 a 6 en las tardes. Entonces yo me levantaba a las 5 de la mañana, felizmente vivía en la avenida Pardo y a eso de las 6 de la mañana miraba quién estaba en la cancha de tenis, y cuando no había gente, Alejandro Olmedo me entrenaba, y me decía: “Señorita Martha, a la bola no se le pega, a la bola se le acaricia, tiene que mentalizarse para que el golpe que va a dar lo saque desde la tierra, pasando por todo su cuerpo, y el último impulso que le va a dar va a ser con la raqueta”, y eso me repetía permanentemente. Jugábamos con el Dr. Vélez, con Genaro Fernández Baca, con señor Montes. Cuando no había otros hombres, permitían que jugáramos con ellos, pues éramos únicamente dos mujeres las que jugábamos tenis en el Cusco: Julia Chambi y yo. Pero una vez que venían sus contendores, a nosotras nos rezagaban. A las siete de la mañana aproximadamente aparecían las chicas del básquet, que se iban a la cancha de la Alianza, que quedaba al final de la Av. Pardo, yo entrenaba con ellas, luego nos íbamos a la piscina pública de los Saldívar, que se llamaba Baños de Salud, a nadar un ratito a manera de limpiar el cuerpo, y después a las 8, al trabajo hasta las 12.
Tuve suerte pues mi trabajo no era muy exigente, vendía zapatos, pero había poca venta y más bien mucha compra de oro. Mi jefe le agarró mucha confianza a mi familia.
¿Cómo se llamaba?
Era un judío Simón Black, me tenía mucha confianza, no solo a mí, sino a mi familia, y me dejaba los talonarios firmados y él se iba a Lima. Yo pesaba el oro y lo compraba, y a las cuatro de la tarde, me iba con mi pomito de oro rezando, hasta el banco Gibson que quedaba en la Av. El Sol. Allí dejaba todo el oro, y algunas veces me encontraba con algún compañero de la Universidad y me agarraba el brazo y me sacudía “¡Hola Martha!” y yo rezando para que no se me desparramara todo o tuviera algún percance. Llevaba el oro en un pomo de vidrio. Luego venía el gringo, después de 15 o 20 días, y se lo llevaba todo. Este trabajo, como estaba sola, me daba tiempo para estudiar, hacer las copias para mis compañeros en la misma tienda. Luego me fui a trabajar en el hospital con un gringo alemán.
¿Eran muchas las jóvenes cusqueñas que hacían deporte y además trabajaban?
No. Yo diría que era la excepción. Por Ejemplo Doris Ballón Samanez no trabajaba. En 1950 el terremoto destruyó nuestras casas, y las dos vivíamos en la Av. pardo en carpas. Murió la mamá de Doris, y allí me enteré por los periódicos en grandes titulares: nieta del presidente Samanez Ocampo, murió congelada en carpas de la Av. Pardo. Claro que en realidad no fue de frío, porque ya era muy viejita.
¿Cómo era el Cusco de esa época?
Tú sabes que yo soy hermana de Humberto Vidal, que ha sido un hombre multifacético, con decirte que si se inauguraba una picantería en el Cusco, la familia Vidal tenía que estar allí, porque Humberto había visto una picantería linda y nos llevaba a todos. Para la inauguración del Club Cusco, fue el primero en estar allí, y además dio el discurso de honor. El local estaba antes en la plaza San Francisco, en un local que quedaba al frente mismo de San Francisco, era un local viejo, que al caminar el piso se movía totalmente.
Una cosa que recuerdo mucho de mi hermano Humberto, es que la primera vez que se festejaba la Fiesta del Cusco, él dijo: “Debemos invitar al Presidente de la República”. ¡Uf! Se vino el mundo abajo. La gente decía, ¿Cómo vamos a invitar a un Presidente de la República? ¿Dónde lo vamos a alojar? En ese momento estaba de presidente Manuel Prado y tenía fama de buen presidente y también de gran aristócrata. En ésa época recién estaba empezando la construcción del Hotel del Cuadro, y dijo: “Que se termine el Cuadro, pero él tiene que venir”. Y la gente, no, de ninguna manera. Y así se venía triste caminando, y de repente dijo: “Bueno, no lo invitará una autoridad, pero lo invitaré yo”. Y le mandó un telegrama que decía: Un ciudadano del Cusco invita al Presidente Manuel Prado. Y a las 24 horas estaba la respuesta, Manuel Prado aceptaba la invitación y venía para la primera celebración del Cusco. Allí comenzaron unos afanes, un correteo, que no te imaginas. Existía ya la quinta Zárate, entonces encomendaron a la Quinta que organizara el almuerzo, pero ellos dijeron que no, que no tenían ni las ollas suficientes, pero mi mamá dijo: yo hago dos ollas y ustedes hagan cinco ¿Y los cubiertos que faltan? Yo me presto de mis amistades. Y así se hizo el almuerzo, un banquete para toda la gente, allí arriba en el mismo Sacsayhuamán. Allí se llevo todo. Y nosotros estuvimos en la misma mesa con el Presidente Prado. Un hombre simpatiquísimo, tenía una manera de ser tan natural, su sonrisa era muy linda, cuando lo tenías delante ya no sentías al Presidente de la República, era alguien más que conversaba. El Hotel del Cuadro logró terminarse, y nosotros íbamos a ver las obras y conocimos al gran pintor Sabogal, Humberto nos llevaba y le decía: tiene que apurarse porque ya llega el Presidente. Yo tuve la suerte de vivir en medio de mucho cusqueñismo, mucho amor por nuestra cultura, y también por el deporte.
¿Qué recuerda de los intelectuales cusqueños de ésa época?
La vida que se hacía en aquella época, era muy especial. Los intelectuales cusqueños le daban mucha vida a la ciudad. Además eran muy solidarios entre ellos. Por ejemplo, llegaban las vacaciones, y no había una fiesta, o un paseo a dónde ir, y de inmediato se organizaba un paseo, por ejemplo a San Pedro, y nos íbamos la familia de Rafael Aguilar, Luis Felipe Paredes, la señora Alicia Fernández de Velasco, mamá de Heraclio, y alquilábamos una casa grande, cada uno tenía su cuarto. Una olla de choclos sobre dos adobes, cocinaban una familia un día, la otra otro día, se cantaba música cusqueña. Cuando estábamos en el Cusco, nos dieron la posibilidad de reunirnos en los salones de la Municipalidad. Y allí se conversaba y era un solo mate de risa. Ellos no contaban chistes prefabricados, una palabra o un gesto hacía todo el jaleo, En ésa época yo tendría más o menos siete años, y a los menores nos botaban porque también contaban sus chistes colorados, y hacíamos antorchas de papel y nos poníamos a dar vueltas gritando por la plaza San Francisco,
¿Cómo era viajar en ése tiempo?
Íbamos en carro, en una pista que era lo más horrible que puede haber porque era un encalaminado terrible, y lo hacíamos en enero y febrero, que era épocas de vacaciones y de lluvias. Del grupo también era un señor que apellidaba Pacheco, su hija era Lilia Carmelinda Pacheco. De la partida también era el Cholo Nieto, que aún era solo y no tenía familia, y le gustaba, posiblemente la bohemia.
Era la época del indigenismo
Así es, y se la vivía con toda naturalidad. He dicho que mi hermano era un hombre muy original, y pensaba que, si había una cosa nueva, todo el mundo tenía que probar y disfrutar. Por ejemplo salió la bebida del Gin con Gin, y él salía llevando en un bolsillo una boletilla de Canada Dry y en el otro bolsillo el gin, y en la calle invitaba a cuanta gente se le ocurría; apareció la vitamina B, igual compartía con todo el mundo. Se casó con una chica de 16 años, Olinda Riquelme.
¿Cuántos hermanos eran ustedes?
Ocho: Humberto, Lucho y Armando, los varones; las mujeres: Carmen, Raquel, Delia, Nelly y Martha. Yo era la basquetbolista, pero Delia era la entusiasta, la que dirigía las barras, y cuando se eligió a la reina del deporte, la eligieron a ella y no a mí.
¿Estudió en la Universidad?
Sí. Estudié Ciencias Económicas y Comerciales.
¿Cómo era el ambiente universitario de ese entonces?
Bien revoltoso. Ponían una mesa en el patio, se subía uno y comenzaba a discursar, venía otro le disputaba el sitio e igual seguía el discurso, pero se armaba la bronca. Por aquella época solo habían comunistas y apristas. Eran los políticos de entonces, entre ellos recuerdo a Rodolfo Zamalloa, que hablaba bien bonito. No había diferencias sociales, recuerdo al “Esquibelito”, vive todavía, era del grupo que hacía las copias.
Teníamos otro grupo, con el que jugábamos carnavales. Yo no estaba muy metida en ese grupo, pero fui “compañera de simpatía” de la universidad. A pesar de que yo no era fiestera, les decía “Debemos elegir a una candidata que pueda darnos una buena fiesta, porque con mi sueldo es imposible que yo pueda dárselas, así que elijamos a otra persona”, nos fuimos al voto, y aún así me eligieron a mí, y no tuve manera de negarme.
Usted fue una de las pocas deportistas cusqueñas que figuraba con laureles en el Estadio Nacional ¿Cómo fue ese episodio de su vida?
Fue muy agradable, una sensación muy linda. Ya estaba casada, tenía hijos. Nosotras inauguramos el Estadio nacional, cuándo los juegos Bolivarianos y a los 25 años se hizo una gran fiesta, Dicen que me habían invitado, pero la Liga no nos hizo llegar la invitación, así que yo ni me enteré. Posiblemente otra persona se apropió de mis pasajes y viajó con ellos, cómo sería, pero alguien me dijo: “Tía he visto tu nombre en los paneles del Estadio Nacional, allí está tu nombre”. Pusieron el nombre de las doce jugadoras del Seleccionado. Nadie hace resaltar ese hecho, que fuimos cuatro cusqueñas -Julia Recharte, Elba Ochoa, Elena Flores y yo- las preseleccionadas para los Juegos Bolivarianos, y de las cuatro entramos tres.
¿Sus hijos le heredaron su pasión por el deporte?
Mi hijo Carlos sigue jugando, en primera división, mi nieta Ángela, representa al Cusco en el basquetbol. Jose, mi otro nieto, juega por la Universidad Andina. Tengo tres nietos representantes del Cusco. Pero lo triste es que hoy nada importa más que el futbol, no hay cobertura ni difusión para los otros deportes.