Folk Violin from Peru

Por: Roberto Wangeman

violin1Llaqtaypa Violincha CD producido y ejecutado por Daniel Zamalloa

No hay conocimiento de que existieran instrumentos de cuerda en el Perú precolombino. No hay ningún referente de restos de instrumentos, ni representaciones en ceramios o tejidos de algún tipo de instrumento de cuerda antes de la Colonia; ni en la costa ni en la sierra ni en la selva, lo cual no prueba que no hayan existido, pues los instrumentos de cuerda son de madera y la madera es corruptible; en todo caso, no hay vestigio de ellos. Por tanto, el violín llegó desde Europa con la Colonia.

l violín ha tenido una historia muy especial en el Perú, pues podemos considerarlo un instrumento principalmente indígena, especialmente en la sierra, donde quienes tocan el violín son los indios y no los mestizos. Arpa y violín, como pareja instrumental, se encuentran en toda la sierra; es el dúo indígena por excelencia. Donde más se ha desarrollado es en la zona chanca: Ayacucho, Huancavelica, Apurímac y hasta el norte de Arequipa. Allí está su expresión más exquisita, tanto en términos de la música que se hace con ellos como de los artistas que los ejecutan.

 

¿Por qué el arpa y el violín? Si uno piensa desde afuera, diría que los instrumentos indígenas son la quena, el charango, las tinyas y la zampoña, pero no es así. La hipótesis más razonable es que los indios eran captados por los curas y se les enseñaba a tocar estos instrumentos para los cultos religiosos y, por supuesto, la cultura nativa hizo suyo este conocimiento, que hasta un extremo incuestionable expresa de la manera más sentida, más auténtica, el sentimiento que está detrás de estos grupos sociales.

El violín es un instrumento muy complejo, difícil de tocar, difícil de aprender. Para comenzar, no es como la guitarra, que en cualquier lugar, entre traste y traste que pises, te da la nota; en el violín no. Para dar la nota, se tiene que colocar el dedo en el punto exacto; si se lo pone un milímetro más arriba o abajo, desafina. Es, pues, un instrumento técnica y sonoramente muy difícil, muy estridente, tiene cuerdas metálicas y es raspado por un arco que puede generar calidad de sonido bastante ruidosa (si no acordémonos de Tobi y sus clases de violín y las barbaridades que pueden salir de allí).

 

Entonces, es curioso que haya podido convertirse en un instrumento tan asimilado por los indígenas, y este disco de Daniel Zamalloa nos muestra que está difundido en casi todo el Perú, nada menos que en dieciséis departamentos, y las formas y grupos en que se toca son también diferentes.

 

En la sierra también tenemos al violín en la “estudiantina”, una agrupación de carácter mestizo, de pueblo, que no existe en las comunidades. Es el grupo de los señores de la ciudad que se reunían para hacer música e incluso leían; yo conozco casos en que aparentaban leer, porque eso les daba estatus. Se ponían su atril, su partitura, pero no leían ni jota. La estudiantina está compuesta generalmente por instrumentos de cuerdas, mandolinas, guitarras.

 

En Puno también usan chillador, bandurria, violín y no siempre acordeón. Ahora se han inventado ponerles quenas y hasta sikus, pero es más reciente. En las estudiantinas que yo conozco, que son de las más viejas, difícilmente se encontraba ese tipo de instrumentos. En Cajamarca también puede ir acompañada de instrumentos de viento como el saxo. Pero hay lugares en la costa –por ejemplo, en El Carmen, en Chincha– donde se toca violín solo para el zapateo de los negritos. Por otro lado, por lo menos para mí que no lo sabía, este disco me informa de la presencia del violín en Piura y en la selva.

 

Una zona muy importante es el centro del Perú, donde el violín está presente en lo que llamamos “la orquesta huanca del centro”, que es muy rara y está conformada por arpa, violín, saxos y clarinetes. En el caso de esta orquesta, es el violín el encargado de hacer los dibujos más extraordinarios, lo que le llaman “los interludios de la pieza”. Por ejemplo, cuando se hace la mulisa y se va a pasar al huayno: termina la mulisa con el categórico “chanchán” de los instrumentos de viento y el arpa, y se quedan los violines haciendo una divagación por rutas melódicas rarísimas, donde el arpa tampoco puede seguirlos porque tiene limitaciones estructurales para cambiar de acordes, mientras que los violines siguen paseándose por el éter, para luego, en el huaino, encontrarse con toda la orquesta.

 

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Llaqtaypa Violincha

En resumidas cuentas, el violín tiene una presencia vasta y riquísima en todo el Perú y particularmente en la sierra, y este disco expresa esa riqueza y ha sido hecho con un gran respeto, pues hay que destacar que el haber sido realizado por alguien que no es un indio ayacuchano, apurimeño o huancaíno, sino un profesional de clase media cusqueño, que ha estudiado música académica occidental y que tiene una técnica occidental, le añade valor a esta compilación. El autor conoce muy bien las fuentes, e incluso les rinde homenaje y les agradece haberle permitido este acercamiento y aprendizaje. Ahora, de todas las zonas expresadas en el disco hay unas que conozco más que otras.

 

En resumidas cuentas, el violín tiene una presencia vasta y riquísima en todo el Perú y particularmente en la sierra, y este disco expresa esa riqueza y ha sido hecho con un gran respeto, pues hay que destacar que el haber sido realizado por alguien que no es un indio ayacuchano, apurimeño o huancaíno, sino un profesional de clase media cusqueño, que ha estudiado música académica occidental y que tiene una técnica occidental, le añade valor a esta compilación. El autor conoce muy bien las fuentes, e incluso les rinde homenaje y les agradece haberle permitido este acercamiento y aprendizaje. Ahora, de todas las zonas expresadas en el disco hay unas que conozco más que otras.

 

La que más conozco es Ayacucho, y para mí la prueba de fuego estaba en ver cómo se ejecutaba el Danzante de tijeras, porque esto sí son palabras mayores, pues su construcción musical es muy compleja y la ornamentación juega un papel fundamental. La manera como se adorna la melodía tiene características muy particulares, y esa pieza está tocada con mucha propiedad. Incluso la misma transcripción de la música, pues lo primero que tiene que hacer uno es pasar el original al papel o a la “oreja”, pero fundamentalmente tienes que recoger lo que se practica, lo que se toca, y tratar de reproducirlo lo más fidedignamente posible.

 

A mí me parece que la transcripción está bien hecha, y ya en la interpretación –que, como dije, también está realizada con bastante propiedad– es donde uno encuentra pequeños matices que hacen la diferencia, entre que sea un indio el que toca o un cristiano que viene de afuera. Hay una aproximación muy respetuosa y se siente que es una interpretación que se ha tomado su tiempo de maduración. Y eso se nota también en el canto.

Por otro lado, el folleto que acompaña al disco es muy útil e informativo. Llega incluso al nivel de explicar la encordadura y afinamiento del instrumento según cada zona.

Por último, debo decir que un disco de música peruana grabado en el extranjero es de por sí una cosa por demás exótica. Pero si, además, es un disco que no pretende dejar de ser peruano, sino ser lo más peruano posible, es algo muy valioso.

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